¿Cómo representar de manera creíble y accesible a una persona totalmente impenetrable? ¿Qué puede despertar en el espectador la figura de una mujer inalcanzable, casi hermética, que fue la única en experimentar la cruda realidad de su propia vida? Son preguntas que no necesariamente se plantea esta nueva película, de la ingeniosa visión creativa de Pablo Larraín, director chileno abriéndose paso en el cine gringo. Con Jackie, más bien, se trata de seguirle el paso taciturno y sombrío a su personaje principal (salido de la enigmática figura pública). Una manera de moldear las imágenes, el ritmo y la música como reflejo de la mujer que no termina de saber quién es, y sin embargo, demuestra ser firme, valiente y decidida.
Cuando el ex presidente John F. Kennedy fue asesinado, una persona estaba a su lado: su esposa. Jacqueline Kennedy sufrió y vivió ahí uno de los momentos que cementarían el resto de su vida, pública y privada. No hay mucho más allá de eso en términos de premisa para este particular biopic. Parecería simple o superficial, pero el argumento se dirige más hacia un estudio y tesis de este personaje (interesante psicodrama), contando los momentos específicos que moldearon la experiencia que tuvo cuando fue más observada y analizada.
La figura de esta mujer se ve retratada —casi literalmente— en la visión que su director —muy atinadamente— le da: un encuadre restringido y de colores pastel que encierra la personalidad de la protagonista. Larraín muestra retazos de memoria sin orden o continuidad para reflejar sus pensamientos; ni las conversaciones parecen permanecer en un solo lugar: un juego de recuerdos. Esto acompañado de una ambientación musical exquisita (por su originalidad) que lleva el melancólico estado de ánimo. Es solo al final que la tonada hace un sutil cambio y atisba un ápice de esperanza, cuando Jackie encuentra el rayo de luz dentro de su oscuridad.
El intento de explorar una figura real (una persona que de por sí ya había tenido mucha atención) hacia un personaje en pantalla hace trastabillar a Larraín en la construcción inicial de la protagonista. No es posible plantear una historia o, en este caso, análisis y deconstrucción de un personaje, con unos elementos tan distraídos de otros. Por suerte, la desaparición y transformación de Natalie Portman en esta mujer se vuelve el núcleo firme y constante del artificio formal que la rodea, de por sí muy bien logrado (lo técnico está totalmente al servicio de la figura principal). Es durante el tercer acto que logra evolucionar y convertirse justo en lo que el filme necesita: un personaje. Su profundización queda completa (o, más bien, un poco más clara) cuando ella misma se va redescubriendo y explorando fuera de lo que la rodea. Aquí surgen los mejores diálogos del filme.
De sus propias palabras: ella vivió en su cuento de hadas personal. Hasta que todo se le vino abajo y no supo quién era o cómo podría sobrevivir sin la figura masculina que tuvo a su lado. Vemos a Jackie como ser desmoronado y que debe mantener cierta fachada ante el resto del mundo; ni ella sabía cuándo estaba mostrando emociones verdaderas. Ahí evoluciona hacia el descubrimiento de que debía salir de su “Camelot” y adentrarse en la nueva vida que tan abruptamente tendría que enfrentar. Su burbuja se había roto.
Entonces, Jackie, el personaje, completa su viaje dramático y emocional para dejar a la figura real comenzar el suyo propio. Al dejarnos a los espectadores sin mucho más que decir o agregar, Larraín termina su película con un dejo apenas visible de esperanza para su protagonista, que es, en realidad, todo lo que ella podía esperar para sí misma. No hay por qué pensar más en el asunto.
La figura de esta mujer (persona y personaje) fue vista, analizada y dejada ir porque los aspectos con los cuales se puede sentir identificación son difíciles de encontrar. Con suerte, ahora está en su propio Camelot (¿su lugar feliz?), un espacio exclusivo y personal al cual todos queremos ir en nuestros propios términos. Ese viaje puede ser un poco menos truculento del que vimos aquí representado. Curioso: ahí está lo que pone a Jackie al nivel de todos: cuando, por fin, se le puede entender como mujer y como ser humano.
Calificación: 8