People may say I can’t sing, but no one can ever say I didn’t sing.
Cualquier película inspirada en la vida de alguien puede ser interesante, pero no todas enamoran a su audiencia como lo logra Florence Foster Jenkins, estrenada en agosto de 2016 y protagonizada por la siempre agradable Meryl Streep.
Florence Foster Jenkins es una historia alucinante y un poquito difícil de creer para cualquier persona con dos dedos de frente; ¿cómo alguien puede pensar que tiene talento para el canto aun cuando lo hace tan mal?
Basada en eventos reales del año 1944, el director Stephen Frears (Philomena, The Queen) nos trae la inverosímil historia de una mujer adinerada, filántropa y socialité de New York cuyo deseo de ser cantante pudo más que el sentido común. La musicalización impecable de Alexandre Desplat y la cuidadosa selección de vestuario hacen de esta película una opción imperdible.
Está claro que la película no habría tenido tan buena recepción sin Meryl Streep en el papel central. En una especie de un guiño a su interpretación en Julie & Julia, donde le dio vida a una divertidísima Julia Child, esta vez, reconocemos la simpatía de la actriz y la facilidad con que logra encarnar a una mujer tan particular como Florence Foster Jenkins. Realmente es muy difícil no amarla desde la primera escena, porque su encanto es arrollador.
Gracias a este papel, Meryl Streep se encuentra nominada en la categoría Mejor Actriz en los Premios de la Academia 2017. Aun cuando los pronósticos no se inclinan a su favor este año, -con todo y el aplaudido discurso en los Golden Globes-, su nominación número 19 en los premios Oscar es motivo de celebración.
This is Meryl Streep’s #Oscars nomination statement. Seriously, she sent a gif. pic.twitter.com/wa18Jix6Vf
— Chris Harnick (@chrisharnick) January 24, 2017
El carisma gigantesco de Meryl acapara la pantalla, pero Hugh Grant logra ponerse a la altura con su interpretación como el esposo de Florence, St. Clair Bayfield. Más que su marido, Bayfield fungió como manager, organizador de conciertos y hasta ladrón de reseñas; lo que estuviera a su alcance para mantener en Florence la ilusión de cantar como soprano y darle rienda suelta a su “talento”. Varios momentos de la película, dejan entrever un cariño y respeto conmovedor por parte de Bayfield hacia Florence. Él nos ayuda a entender por qué para ella cantar es tan importante.
El reparto está completo con Simon Helberg como Cosmé McMoon, un pianista contratado por Florence para acompañarla mientras canta. Helberg, conocido por su papel como Howard Wolowitz en el sitcom de CBS The Big Bang Theory, da el salto más grande de su carrera actoral en esta película.
Resulta que Simon Helberg realmente tiene talento, que toca el piano de manera perfecta (a nivel de concertista), que posee suficiente presencia como para codearse con actores de trayectoria apabullante como Streep y Grant. Él es la verdadera sorpresa de la película y esto le valió una nominación en los recientes Golden Globes como Mejor Actor de Reparto.
Cosmé McMoon ve en Florence a la mujer frágil y soñadora que los demás prefieren tomar como un personaje cómico y extravagante. McMoon y Bayfield son quienes acompañan a Florence en su más grande disparate musical: la memorable presentación en el Teatro Carnegie Hall.
En un giro tan improbable como maravilloso, al día de hoy ese concierto de Florence es uno de los programas más solicitados en la biblioteca del Carnegie Hall y a 70 años de su muerte, continúa en el aire la interrogante: ¿Ella sabía que era tan mala cantante?
La respuesta carece de relevancia ahora.
Florence Foster Jenkins no será la mejor película del año, pero es una producción sincera y extraordinaria. Digna de verse mientras sonreímos frente a la representación, casi infantil, de un anhelo que podría ser el mismo de cualquiera de nosotros.