Cuando fui a ver Animales Nocturnos, los créditos iniciales develaron mucho de lo que vería a continuación, en esta segunda joya del diseñador de moda, guionista y director Tom Ford, cuya primera creación habría sido develada en el 2009 con la sútil y hermosa «A Single Man».
Los primeros minutos de Animales Nocturnos nos muestran a unas muy obesas bailarinas exóticas en una representación grotesca y a la vez, verídica, de la realidad. Un momento chocante, incómodo y extrañamente atractivo estéticamente que nos introduce al mundo de la protagonista: Susan Morrow (Amy Adams), dueña de una galería de arte, con una vida llena de opulencia material y un terrible vacío emocional. Susan está deprimida, harta de su vida, de sus pertenencias, del arte (o “basura”, como ella lo llama), de sus decisiones y de la perfección que solo maquilla los horrores de su cotidianidad, como su elegante y triste matrimonio con Hutton (Armie Hammer), su segundo e infiel marido, encantador y vacío.
En medio de esta crisis de mediana edad, Susan recibe un paquete de su ex-marido, Edward Sheffield (Jake Gyllenhaal): un manuscrito de su nuevo libro, llamado como la película “Animales Nocturnos” y dedicado a ella, su primera esposa, aquella que tanto daño le hizo.
“Animales Nocturnos” nos presenta un caos organizado, una historia en medio de otra historia, una realidad “perfecta” y vacía (la vida de Susan) y un relato violento y oscuro (la obra de Edward e historia de Tony, el alterego de Edward).
Mientras que su marido se encuentra en un viaje de “negocios” en Nueva York, Susan aprovecha para sumergirse en el fascinante libro de Edward y al mismo tiempo, reflexionar sobre su vida. El libro trata sobre Tony (representado por Jake Gyllenhaal), que en un paso familiar al este de Texas con su pelirroja esposa Laura (Isla Fisher) y su hija India (Elie Bamber), son atacados en la carretera por un trío de malvados lunáticos liderado por Ray (Aaron Taylor Johnson), el diablo hecho hombre. Este encuentro violento llena la primera parte de la película con un pesadísimo suspenso que no nos deja despegar los ojos de la pantalla y nos da un profundo sentimiento de angustia. Al mismo tiempo, desafía y transforma la masculinidad e identidad de Tony, representando la sensibilidad que alguna vez Susan amó de su primer marido, y que al mismo tiempo acabaría con su relación.
Animales Nocturnos es una película para ver varias veces, y cada vez que la veás encontrarás algo nuevo en ella, un significado más, un detalle que habías ignorado; ya que la planeación de cada escena es perfecta, armónica y llena de significado. Por esta y más razones, puedo decir que es mi película favorita del 2016.
1. Un casting “de película”
Prácticamente todos los nombres en el cast sobresalen a la mirada desde el inicio, desde Laura Linney con su cameo de una escena (que a decir verdad es un poco innecesario) hasta Michael Shannon, el detective que logrará cumplir con la justicia aunque se imponga por encima de la ley. Amy Adams es siempre una maravilla, y en este caso, sus característicos ojos tristes la convirtieron (según Ford) en la indicada para actuar como Susan. Lo mismo se puede decir de Jake Gylenhaal, que nunca decepciona. Pero si estuviera en mis manos dar el Óscar, se lo entregaría sin duda a Aaron Taylor Johnson quien realmente nos hizo sentir el miedo y la angustia desde las primeras escenas de la película con su papel de completo psicópata. Aplausos, bebé.
2. Los detalles y ambientes como elementos narrativos
Algo que me causó gran impresión en Animales Nocturnos fue la perfección en los detalles y los ambientes en los que se desarrollan las diferentes subtramas. El ambiente turbio, tosco y oscuro de la violenta historia de Tony y su familia ficticia; comparado con el ambiente ecléctico y demasiado perfecto para ser real de la vida de Susan (justo para Tom Ford). Uno lleno de tonos, sentimientos, vida y muerte; otro lleno de matices fríos y vacíos. Los ambientes por sí solos nos cuentan la historia, nos hablan de la vida superficial e infeliz de Susan, y la vida turbulenta de Tony / Edward.
Los detalles también cobran vida, el hecho del corte de papel en el dedo de Susan cuando trata de abrir el paquete que le envió Edward, nos advierte desde los primeros minutos que ese fin de semana sería una amenaza para Morrow. El cuadro en la galería que dice “Venganza” (“Revenge”), la aparición del villano en el teléfono de su colega, etc.
Las mismas transiciones que entrelazan las historias, los gemidos de Tony y la respiración acelerada de Susan en la tina. Cada detalle agrega suspenso y sustancia a la historia.
3. La música Noir
La banda sonora del compositor polaco Abel Korzeniowski (el mismo compositor de «A Single Man» y «Penny Dreadful«) nos envuelve como perfume a la historia, al suspenso, al pesimismo y peso dramático de las situaciones; dándole además una nota «vintage», un sentimiento que evoca a las películas detectivescas de los 40s y 50s. Aquí lo pueden escuchar, y escuchar, y escuchar…
4. La venganza como acento principal
La novela de Edward es una metáfora del dolor que Susan le inflige desde que fueron pareja. Es su catarsis y venganza final. Una venganza que impacta internamente a la protagonista, haciéndola reflexionar sobre el vacío de su vida, la terrible decisión de haber dejado a su primer marido por un hombre infiel y superficial, la maldición de haberse convertido eventualmente en lo que menos quería: Su madre.
Edward representa por medio de Tony un antes y después de su relación con Susan: Esa supuesta “debilidad» y sensibilidad por la que Susan lo deja, y que luego se convierte en su más poderosa arma. El trabajo de Susan al entrar en contacto con sus sentimientos y en búsqueda de su alma que hace tiempo no encuentra, es un trabajo tan arduo como el trabajo del detective que busca sin descanso apresar a los asesinos.
5. Un desastre inconcluso
La escena final tanto de la novela de Edward como de la vida de Susan ha causado sentimientos encontrados entre su audiencia, nos deja un desenlace abierto, un amargo sabor de boca, nos hace pensar toda la noche tratando de completar el simbolismo de este final, que nada más se puede describir como la última y hermosa venganza de Edward
“When you love someone you have to be careful with it. You might never get it again.”
El horror está en todas partes y todos podemos ser los más crueles villanos. Eso sí, no sin creer que saldremos ilesos a la venganza de quienes herimos en el camino.