No son comunes las historias de autor o de experiencias más personales en televisión. Con la introducción, ojo creativo y el éxito que logró Louis C.K. a través de la singular e independiente visión de su programa, el cual se basa en sus experiencias y recuerdos personales, dio paso a más de estas series con el contemplativo enfoque. Fue durante el 2016, curiosamente, que salieron al aire estos programas de perspectiva individual y característica de sus personajes principales y cómo son por dentro y en el mundo que les rodea. Además de Louie (que ya lleva cuatro temporadas), estrenaron Atlanta, One Missisipi y la apadrinada por el mismo C.K., Better Things.
En Better Things seguimos a Sam, una actriz promedio que vive con sus tres hijas y todo lo que implica educarlas (incluyendo a la mayor en años de adolescencia). No hay mucho más que decir en términos de premisa y la trama que se desarrolla en los diez episodios de la temporada. Esta es una serie que basa sus acontecimientos en la vida de su familia central, a través de los ojos de la protagonista y las emociones que la acogen, sin descuidar ni dudar un segundo en lo que funciona y qué puede intentar examinar mientras desarrolla a los personajes poco a poco.
Cada media hora presenta una serie de acontecimientos que componen el episodio, claro en sus motivaciones y deseos de mostrar la exploración clara de los temas y conceptos. Así, aunque trastabille un poco en cuanto a personajes que aparecen apenas para movilizar cierta línea narrativa, siempre lo hace como ayuda para profundizar a los más importantes y las relaciones que manejan entre ellas: la madre y sus hijas. La serie transcurre de manera orgánica en ese departamento, dejando también que las situaciones y sucesos sean llevados con la ironía y humor apropiados para conseguir el efecto cómico que causa al verla. Resulta fresca e interesante, tanto en historias como en personajes, por más comunes que se vean o parezcan.
Entre tanto, la vida personal, que es la línea principal, hace excelente balance con el eje secundario de la narrativa: la vida profesional de Sam. Ella es actriz; una que contratan para papeles pequeños o secundarios, así como una profesión más, sin los aspectos idealizados o glamorosos que vendrían con esa idea de trabajo.
Incluso, durante uno de los mejores episodios, la agente de Sam es contactada para que su clienta sea el papel principal en una serie (cosa que nunca le había sucedido, por eso la agente lo maneja con cuidado sin decirle todos los detalles a Sam). Resulta ser una audición que nunca sucede, al encontrar los productores una opción más joven y más popular. ¡Pero Sam no se entera! Su prioridad es pasar tiempo con su hija (la del medio) que está en etapa previa a la adolescencia y su madre quiere conocerla un poco mejor y cómo le va en la escuela.
Sustentada por la genial actuación de Pamela Aldon, la personalidad de Sam solo tiene chance de crecer y aprender de las experiencias con sus hijas (Max, Frankie y Duke) y ante su serie misma. Los planteamientos y tratamiento son sencillos y concretos de ver, pero siempre con profundidad y visión clara de los sucesos que se enfrentarán y sin necesidad desesperada de continuar una historia llena de sorpresas o giros con una segunda temporada. Aunque sería la mejor decisión (sabiendo que todo fluiría sin mucho efectismo) y muy bienvenida oportunidad de seguir viendo estas historias que encuentran lo grande en los pequeños detalles, a veces demasiado desapercibidos por el resto de nosotros.