A pesar de la amplia oferta de comedias de televisión a la que tenemos acceso en estos tiempos, lo cierto es que la mayoría de ellas no se alejan demasiado de los esquemas de las sitcoms tradicionales que giraban alrededor de un lugar de trabajo o un núcleo familiar. Esto es particularmente el caso para las series de cadenas de señal abierta, pero incluso un programa tan rompedor de paradigmas como Louie sigue los pasos de la cantidad de series sobre comediantes que la precedieron.
Michael Schur hasta el momento se había manejado en buena medida dentro de estos parámetros. Productor de The Comeback y The Office, y co-creador de Parks and Recreation y Brooklyn Nine-Nine, Schur es una de las mentes creativas que más ha influenciado la forma de la sitcom contemporánea, con su predilección por la cámara única y la estructura -ya gastada- del falso documental. Para su nueva creación, sin embargo, apostó por seguir una ruta más conceptual y filosófica, con tintes de fantasía y hasta algo de ciencia ficción.
Me refiero a The Good Place, la nueva comedia creada por Schur para NBC y producida y escrita por algunos de los más prominentes alumnos de Parks and Rec, como Megan Amram, Joe Mande, David Hyman y Alan Yang. El programa en cuestión es protagonizado por Kristen Bell (Veronica Mars), quien interpreta a Eleanor Shellstrop, una mujer egoísta, grosera e indiferente que muere repentinamente y descubre que su alma ha sido transportada al más allá a un lugar conocido como El Buen Lugar. A diferencia de El Mal Lugar (con sus millones de almas en pena), en El Buen Lugar se encuentran las poquísimas personas que cometieron buenas obras a lo largo su vida y que ahora reciben como recompensa una eternidad llena de amor, tranquilidad y realización personal al lado de sus almas gemelas. El chiste es que Eleanor acabó en El Buen Lugar debido a que fue confundida con otra mujer con su mismo nombre, una abogada de derechos humanos, que murió al mismo momento que ella y que, por error, fue enviada a El Mal Lugar.
Las representaciones del más allá no son muy comunes en la televisión, mucho menos en comedias. Y precisamente uno de los puntos altos de la serie es la forma tremendamente inventiva en que construye un mundo después de la muerte, en donde las heladerías de frogurt abundan y cada persona vive en una casa diseñada de acuerdo a sus gustos y preferencias. La ambientación y diseño de producción aquí son clave: El Buen Lugar está lleno de jardines impecables, bellos paisajes, lujosas mansiones y calles llenas de colores alegres, efectivamente creando una visión paradisiaca cuya puesta en escena en algo recuerda a la entrañable Pushing Daisies (otra peculiar serie que lidiaba con asuntos de vida y muerte). El sutil y efectivo uso de efectos digitales para resaltar el carácter utópico y tecnológicamente avanzado de El Buen Lugar es la cereza en el pastel.
Pero The Good Place no sería más que un, ehm, buen lugar sino tuviera buenos personajes y aquí, por suerte, la serie no decepciona. Es reconfortante volver a ver a la encantadora Kristen Bell en una serie que aprovecha al máximo su potencial, después de tantos años sumida en mediocridades por debajo de su talento. Su Eleanor es tanto exasperante como relacionable, logrando que simpaticemos con su dilema sin olvidar lo repelente que fue en vida. El elenco secundario, liderado por el gran Ted Danson (uno de los actores más naturalmente graciosos de la televisión) es uniformemente destacable, con actores relativamente desconocidos como William Jackson Harper, Jameela Jamil, D’Arcy Carden y Manny Jacinto dejando gratas impresiones.
Uno de los aspectos más destacables de la serie es su enfoque en indagaciones éticas y morales. El deseo de Eleanor por no ser descubierta como la impostora accidental que es la lleva a tratar de ser genuinamente una mejor persona, y sus esfuerzos provocan que nos cuestionemos sobre qué tan apetecible es en verdad el concepto convencional de paraíso, con unos pocos favorecidos pasándola en grande mientras la mayor parte de la gente pasa la eternidad en sufrimiento. El mundo no es blanco y negro y no es tan simple dividir a la humanidad en buenas o malas personas, y estas son cuestiones que la serie explora con fino humor y un uso atinado de algunos de los grandes filósofos éticos de la historia.
Si bien probablemente ya quedó claro que esta es una serie algo distinta a la norma, no se puede dejar de mencionar en esta línea su carácter episódico. A diferencia de la mayoría de sitcoms, que pueden tener un arco narrativo que abarque toda la temporada pero cuyos episodios individuales cuentan una trama auto-contenida, The Good Place desarrolla una sola historia desde su inicio y cada nuevo episodio es la directa continuación del anterior (eso hace que prácticamente todos los episodios de la serie terminen con un cliffhanger).
Desde el punto de vista narrativo, esta naturaleza episódica tiene como consecuencia el hecho de que quizá la serie quema la trama de una manera demasiado acelerada, prefiriendo enfocarse en unos pocos personajes sin explotar todavía las diversas aristas de El Buen Lugar y sus cientos de habitantes. Pero desde otra óptica, más que un punto en contra, esto puede ser considerado como una muestra del enorme potencial que guarda la serie para ampliar su perspectiva a futuro, de una forma similar a como Parks and Recreation logró abarcar todo Pawnee conforme fue avanzando en sus temporadas.
Por el momento, sin embargo, no queda más que impulsarlos a ponerse al día con esta inteligente y poco convencional serie mientras esperamos que se estrenen nuevos episodios en Enero y cruzamos los dedos para que los ratings se mantengan lo suficientemente altos como para ameritar una segunda temporada.