Cuando las películas están “basadas en hechos reales” no se sabe hasta dónde creer qué es un hecho y cuál será la ficción que cuide el aspecto narrativo, ese que amarrará la historia contada. Al final, resulta más un trabajo de ficción, en el cual se debe exponer a los personajes y desarrollarlos junto con la trama. En todo caso, el aspecto “real” que el guion pretende rescatar irá más del lado de las emociones que se pueden evocar con el peso de aquello reconocible que fue —o sigue siendo— un hecho que sucedió verdaderamente, como esas historias de superación personal o de triunfos individuales o colectivos.
Pero cuando el hecho que se presenta es una tragedia o sucesos más dramáticos, ¿qué emociones debería despertar el filme del espectador que lo ve? ¿Tristeza, frustración, ira, enojo, empatía, furia? Deepwater Horizon evoca todas esas y más en sus apenas cien minutos de duración.
En resumen, Deepwater Horizon (Horizonte Profundo en español) sigue las últimas horas de la plataforma petrolífera del mismo nombre, cuando un accidente (el peor en la historia de Estados Unidos) causó que miles de toneladas de petróleo se derramaran en el Golfo de México, en abril del 2010. Eso fue la consecuencia de la explosión e incendio de la plataforma, luego de que no se revisaran apropiadamente aspectos relacionados con el concreto que debía mantener el petróleo
Les cuento todo esto porque es importante saberlo. Es importante porque la catástrofe que muestra esta película va más allá de la simple representación del suceso de manera cinematográfica. Es importante porque el guion de la película lo cuenta con certeza, con agilidad y con claridad. Aquí se define tan bien una estructura narrativa que queda grabada en la mente del espectador; no porque no sepa nada de las maquinarias o de los términos técnicos mencionados, sino porque la sensación de precaución y preocupación es clara, concisa y casi palpable. Lo increíble es que sabemos cuál será el desastre de la película, sabemos la terrible consecuencia que tuvo, hasta el trailer cuenta la espeluznante reacción que tuvo el agua al hacerle presión. Y aún así, Deepwater Horizon consigue armar su historia conocida y reconocida en un conjunto increíble de tensión, preocupación y frustración.
Su director, Peter Berg (con una filmografía de regular a mala), se reúne de nuevo con Mark Wahlberg (antes, en Lone Survivor) y construye, casi a la perfección, la atmósfera del filme que será representativa de toda la tripulación a bordo de la plataforma. Con emociones iniciales de riesgo y camaradería, no hay tensión y expectativa —de la cual ya sabemos el resultado— más intensa que durante la primera hora de esta película. Cada corte, movimiento y encuadre funciona con precisión y maestría para despertar la ansiedad y desesperación más interesantes que en cualquier filme de acción. Así, el momento del accidente es captado como el terrorífico desastre que fue: un error humano fatal, visto desde adentro y como si formáramos parte de la tragedia. Esa es la intensidad que logra Deepwater Horizon.
Además de muy buenos aportes actorales de parte de Kurt Russell, John Malkovich, Dylan O’Brien y Gina Rodriguez, no es solo película que muestre el desastre y tenga escenas de riesgo y adrenalina. La construcción de su historia vale la pena, desde la introducción y desarrollo de personajes, a la clara denuncia de lo que es la avaricia humana y lo que esta puede causar, hasta el momento en que las prioridades y necesidades humanas se ponen a prueba. No hay mayor alivio que el tocar terreno seguro ni peor enemigo que la incertidumbre.
Con temas así, Deepwater Horizon se vuelve más un recordatorio, una advertencia, un aviso más a abrir los ojos y observar las conductas sospechosas, dar crédito a las precauciones en cualquier situación de riesgo y, sobre todo, a cuidar el lugar en el que vivimos. Es una llamada de atención disfrazada de excelente cine que despierta las emociones hasta del espectador más incrédulo. Porque es película de estructura ordenada y de ritmo adecuado para no aburrir un solo segundo; no le sobra ninguna secuencia. Y por más efecto especial (muy bien utilizado) que aparezca en pantalla, la realidad de los sucesos no deja de impactar y asombrar ante la representación de negligencias humanas y falta de respeto a la vida misma. Este es, por su narración, por sus conceptos y por respetar los “hechos reales” de los cuales basa su historia, filme para disfrutar, sufrir, reflexionar, analizar, comentar, deconstruir y repetir.
Calificación: 9