Don’t Breathe es tensión pura, de la buena

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Por Sergio Beeche Antezana

 

Basta con sentir las emociones de los personajes en una historia para adentrarse en un relato que, por más sencillo que parezca en la superficie, puede evocar imágenes de verdadero suspenso y acción que transcurren con excelente ritmo y emoción para darnos buen entretenimiento. Es el callado estreno de esta semana, Don’t Breathe (No respires), que no pierde el tiempo en establecer su sencilla premisa y poner en marcha las consecuencias de las decisiones que toman sus personajes. De la mano del uruguayo (apadrinado por Sam Raimi) Fede Álvarez.

Y es curioso: en Don’t Breathe, puede ser difícil sentir empatía hacia los protagonistas. No son, necesariamente, los héroes que entran a salvar el día o que están en peligro por alguna casualidad o mala suerte. No hay lado que se salve aquí, ni uno ni otro, dentro de la premisa de invasión a una casa y lo que eso implique en la narración. Y el único que parece tener un ápice de razón o sentido común es llevado por el ciego enamoramiento que se tiene en la juventud por una chica. ¡Pero está justificado! En esa edad, cualquier solución parece la mejor salida. Cualquier decisión es vista como la más razonable dentro del egoísmo adolescente, bien representado del trío protagonista.

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Don’t Breathe

Pero hay un obstáculo. La dureza y sensibilidad del dueño de casa (Stephen Lang, en una escalofriante interpretación) hace que la confianza de los jóvenes (aceptables Jane Levy, Dylan Minnette y Daniel Zovatto) de salirse con la suya pase a terror puro y desesperación de escapar de la claustrofóbica morada que parece no tener fin y no querer que ellos terminen la “misión” en la que se embarcaron. La casa es un personaje por sí sola. La oscuridad y rincones tenebrosos permiten que el espectador sienta cada uno de los sustos genuinos y merecidos que “el Fede” crea y desarrolla. Ayudado, además, por una bien lograda fotografía entre el color brillante del día, la tarde y —cómo no— del mismo negro de la noche. Ahí, los ángulos y movimientos de cámara de Fede permiten que el espacio nunca se sienta repetitivo ni teatral. Es una aventura completa en unos cuantos metros cuadrados de construcción; más grandes, eso sí, por debajo de lo que queda a simple vista, y como su dueño, que esconde muchísimo más detrás de la ceguera de sus ojos azules.

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Don’t Breathe

Hay más. Detrás de tan bien lograda atmósfera y montaje que permiten la tensión y sustos en el espectador están las razones y motivos de por qué existe esta historia. Por más que sea ligero o apenas mencionado, el subtexto está ahí. Las posiciones de poder, la confianza ciega en las compañías de seguridad, la venganza, la diferencia de las clases sociales. Resultan destellos de algo más que queda de la bien lograda trama que, de nuevo, se ve a simple vista. Incluso, está la fuerza incuestionable del dinero, que es la principal razón por la que existe la trama y la tensión de esta película.

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Don’t Breathe

Es en su tercer acto que, por más que el filme aprovecha bien la extensión que se le puede dar a tal premisa, se debe repetir a sí mismo como para poder alargarse y cumplir un cierto tiempo de duración. Son reiteraciones que exageran unos cuantos acontecimientos, no por parecer inverosímiles dentro de la realidad de la película, sino por no saber concluir de manera menos repetitiva y convincente. De todos modos, en ningún momento se pierde el agarre que el director ya había logrado desde el inicio con esa genial secuencia apenas se entra a la casa. Eso sí: el exterior tampoco resulta totalmente seguro.

Entonces, Don’t Breathe es justo eso: la contención de la respiración durante todo un filme que sabe hacer que el espectador se sienta en los zapatos de los protagonistas. Que se pueda sentir la desesperación, el encerramiento y el poco alivio luego de terminada la película. Gracias a la mano de un director que supo construir bien su pequeño proyecto y logró el buen resultado que tenemos ahora. Podría decirse que queda dentro de la lista de películas que supieron hacer mucho con poco (The Witch, 10 Cloverfield Lane) y que supieron utilizar al máximo los recursos desde lo interno de su historia para, así, crear algo que sobresale por la manera en que se cuenta, poniendo atención a los detalles y dejando que las fortalezas amarren bien el resultado final.

Calificación: 8

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