Por Sergio Beeche Antezana
Allá, en el 2009, cuando el mundo aún no tenía el montón de secuelas y nuevos lanzamientos de héroes de acción e interminables universos que quieren ser expandidos antes de cuidar la historia que cuenta cada película primero, sale una aventura con el simple nombre de Star Trek. Uno de los universos más longevos de la cultura pop, cae en las apenas adecuadas manos de J.J. Abrams para devolver a la vida (un reboot) la enorme franquicia con los efectos especiales modernos y con actores un poco más jóvenes, para apelar a la juventud que ahora consume las películas.
No es necesario ver o saber nada de los personajes o las historias del pasado (o, en el caso de esta película, del futuro) para entender la estructura simple y bastante superficial historia que cuenta este reboot. En eso, Abrams hace bien su trabajo de introducir a los personajes clásicos en sus años de juventud y en crear el mundo espacial que se desenvuelve de la mejor manera posible ante los ojos del espectador. Se trata de un buen —nuevo— inicio en el cual nada parece forzado ni se ve en la posición de fallas técnicas; aquí, el equipo hace bien su trabajo y la producción es de primera clase.
Entre la obsesión de luz en el lente (lens flare) del director y las buenas actuaciones del elenco, la aventura espacial tiene hasta mejores momentos que la más reciente Star Wars: The Force Awakens (dirigida también por Abrams) y el guion permite que se establezcan las relaciones entre los personajes con interés y empatía. Pero la tendencia de la maquinaria hollywoodense en ofrecer, antes que nada, un espectáculo de acción para el espectador en el cine afectó la visita que no hacía desde que había visto la película en el cine. Al repetir Star Trek para esta reseña (la primera mitad, en la tele y, luego, por una pequeña interrupción, en el teléfono), resultó fácil distraerme con otras cosas mientras transcurrían las secuencias de acción que se verían más espectaculares en la gran pantalla.
Y no me lo tomen a mal. En cualquier conversación o discusión de cine, yo seré el primero en defender la experiencia de la pantalla grande; de disfrutar al máximo lo que está hecho para verse en grande. Siempre y cuando la historia sea memorable por sí sola, sin los artificios que hoy en día se han implementado. Mientras la historia y los personajes sean los aspectos por los que interese la repetición, años después, en casa; donde, claro, tendrán más valor los diálogos y los personajes. Por tanto, la emoción de la pantalla grande será el mejor agregado que se pueda tener al ver algo por primera vez (y mejor si es sostenido por una buena narración).
Star Trek (del 2009) es el mismo esfuerzo que Abrams hizo con la otra saga enorme, ya mencionada, pero con un poco más de gusto y visión para adentrarse en ese universo espacial; nuevo para muchos, nostálgico para otros. Aquí, no estaba bajo tanto escrutinio y las críticas de entonces la trataron como una buena aventura que cumplía, con sus pocas fallas. Y es una lástima: hoy, esas fallas se ven acentuadas por el exceso de secuencias de mera acción, antes de la promesa de exploración y ciencia-ficción que la saga siempre ha tenido.
Con una tripulación carismática, dirección un poco hiperactiva, emociones nuevas y por nostalgia y muchísimo lens flare, Star Trek mantiene la promesa de incorporar lo nuevo sin perder la nostalgia que apelaría a la audiencia de más edad y que conoció al capitán Kirk y a Spock antes que nosotros.
Así fue como Star Trek encontró un éxito adecuado el mismo año que Avatar arrasó con todo, siendo también del espacio. Pero no queda más que como un entretenimiento súper bien hecho y estructurado que tuvo muchísimo potencial para brillar por sí mismo, pero que no llega a un nivel de ser extraordinaria en sus secuencias de acción. Porque sobresalen más los conflictos y diálogos que prometieron mucho, y debían dar para una segunda parte aún más interesante y emocionante ahora que ya el mundo estaba establecido y los personajes podrían ir a un nivel distinto en cuanto a historia, evolución y dinámicas, ¿no?