Por Sergio Beeche Antezana
[El primer libro salió a la venta hace diecinueve años; la primera película hace catorce; y la conclusión de la saga apenas cumplirá cinco años en julio de este año.
Con la promesa de expandir, cada vez más, un inmenso universo de la mente de una imaginativa escritora, repasamos los ocho filmes de la saga (porque volver a los libros, sería una tarea mucho más extensa) y comentamos cómo se sostienen las adaptaciones cinematográficas con el pasar de los años con Potterweek. Esto en preparación para la continuación de la historia de Harry, con la publicación del libreto de la obra de teatro, The Cursed Child.]
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Con El Prisionero de Azkaban, Harry Potter entró en las grandes ligas. Al volverlas a ver, el cambio de la segunda a la tercera es completamente abrupto, pero para lo mejor. No hay ni un solo aspecto que no haya sido mejorado y evolucionado; de los detalles simples y la rectitud a una completa re imaginación de lo que es este mundo mágico. En el comienzo, los terrenos de Hogwarts eran seguros y llanos. La casa de Hagrid estaba a pocos pasos de la salida del castillo, dando al Bosque Prohibido. Los pasillos era simétricos y los uniformes compartían el negro que hacía a los estudiantes parte del castillo, pero sin pertenencia alguna. Pero todo eso cambió con la visión del nuevo director que llegó a transformar todos esos detalles.
Con las primeras dos, Warner contrató a un director gringo, Chris Columbus, como una especie de opción segura de que entregaría un producto de consumo llevadero para las familias. Casi una salida fácil a la hora de comenzar y ver cómo sería el éxito de la saga (pero ya hablamos de no recriminarle nada a Chris, él solo hacía su trabajo, su visión). Para la tercera entrega, el estudio decidió optar por una opción más arriesgada y completamente acertada. La visión e imaginación del mexicano Alfonso Cuarón, quien dio la solución perfecta al mundo completo de Harry Potter, en servicio de contar la historia específica que demandaba la adaptación. Cuarón dejó atrás las líneas rectas y colores neutros. No dejó una sola superficie sin su pertinente detalle un poco más alocado, si se quiere, para reflejar mejor una atmósfera realmente mágica, en contraste con el mundo Muggle. Los ropajes resultan en colores más vivos, que resaltan ante los grises y verdes del castillo y sus jardines. Las criaturas y objetos tienen vida propia, aunque no se muevan tanto como el Sauce Boxeador. Porque, para él, el mundo mágico está en constante movimiento. Así, ni la cámara se queda quieta un instante, también con la intención de reflejar el estado de ánimo de su protagonista: un adolescente con mil preguntas y con ansias de conocer más del mundo en afán de descubrirse mejor a sí mismo.
Según el productor, David Heyman, “Alfonso nos ayudó a cómo contar la historia a través de los ojos de Harry, Cómo poner a un lado las cosas que no tenían que ver con él para, así, encontrar una mejor estructura cinematográfica”.
Con los miles de detalles que Rowling brinda en su libro, Cuarón los lleva a la pantalla como parte de una historia que se cuenta, esta vez, en imágenes astutas y menos en descripciones. El viaje en el tiempo abarca todo el tercer acto de la película, demostrando que los detalles se pueden captar más por los guiños y pistas que el director, magistralmente, puso en cada secuencia de interacción. Es el mundo de la magia de las varitas enriquecido por la —inteligente y creativa— magia del cine.
Pero ¿por qué es esta la que la mayoría de las personas califican como la mejor?
Porque El Prisionero de Azkaban es la más excéntrica de todas. Fue a partir de esta que se le agregó el color a los uniformes, se colocaron pequeños detalles de magia a lo que estaba sucediendo en el fondo, se puso a los gemelos Weasley a terminar sus frases y hablar en coro. En esta se infló a la tía Marge durante un increíble vals. Fue aquí que apareció el leve sonido de las varitas cuando lanzan un hechizo y, además, se personalizó el diseño para cada mago. Destellos de imaginación del equipo de producción bajo el mando de la elección arriesgada para dirigir el tercer capítulo de la saga. Todo esto y más se logró sin descuidar la historia que la película cuenta, que para Cuarón venía primero, y los detalles que él estimuló para que estuvieran en el filme, esos que quedaron para el resto de la saga y como parte del canon que conocemos hoy.
Por ahí, su única falla (y la razón por la cual no me parece la mejor de todas) viene del guion. Mientras que los lectores del libro podrían entender los detalles y explicaciones de algunas resoluciones que se dan en la historia, la película los deja como atajos para poder avanzar hacia el resto. Algunas cosas se les debe presar cuidadosa atención para poder entender (aspecto que David Yates utiliza con muchísima más sutileza —casi a escondidas— en la cinco y la seis), pero se perdonan ante la calidad de todos los detalles que quedaron plasmados en la película que repasamos hoy. Aún cautivante, encantadora y cuidadosamente construida para no aburrir ni un segundo.
Como continuación de un proyecto ya iniciado y el inicio del canon que tenemos hoy, Harry Potter y el Prisionero de Azkaban es, sin duda, un viaje absolutamente mágico y magistral a la tierra que todos los lectores querían ver y donde los demás espectadores llegaron a conocer cómo podía funcionar, con una singularidad excepcional la historia del mago más famoso. La próxima vez que la vean, noten cómo, al llegar a Hogwarts, la cámara se acerca y se aleja sin detenerse un solo segundo, como si estuviera buscando el secreto real para poder entrar al mundo mágico que Cuarón hechizó para el bien de todos.
Observaciones extra
—Primera aparición del que será el Dumbledore por el resto de la saga: Michael Gambon. Excelente hasta el final.
—Último filme con música compuesta totalmente por John Williams.
—Su duración es de dos horas y veintidós minutos.
—Todos quisimos tener el Giratiempo (Timeturner), pero no para llevar más clases de la cuenta.
—Escenas memorables: (1)Otra vez: No hay nada como el vals de la tía Marge mientras se infla como un globo. (2)Los pequeños guiños de magia que ocurren dentro de cualquier escena en El Caldero Chorreante (The Leaky Cauldron); hay más de los que uno cree. (3) Cualquier momento en el que aparezca la brillante Emma Thompson como la excepcional profesora de Adivinación, Sybill Trelawney. “Broaden your minds!”
—Profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras del tercer año: Remus Lupin.
—El error (de nuevo) de magia fuera de Hogwarts con los primeros dos minutos de la película. Se contradice solita cuando Vernon se lo recuerda a Harry. Pero hace una buena manera de introducir el título… Lumos Maxima!
—“Turn to page 394.”
—“You! You foul, loathsome, evil little cockroach!”