Por Sergio Beeche Antezana
[El primer libro salió a la venta hace diecinueve años; la primera película hace catorce; y la conclusión de la saga apenas cumplirá cinco años en julio de este año.
Con la promesa de expandir, cada vez más, un inmenso universo de la mente de una imaginativa escritora, repasamos los ocho filmes de la saga (porque volver a los libros, sería una tarea mucho más extensa) y comentamos cómo se sostienen las adaptaciones cinematográficas con el pasar de los años con Potterweek. Esto en preparación para la continuación de la historia de Harry con la publicación del libreto de la obra de teatro, The Cursed Child.]
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Cuando estrenó, Harry Potter y la Piedra Filosofal fue el inicio de un mundo maravilloso e inmenso para quienes habíamos leído los cuatro libros publicados, hasta ese momento, de J.K. Rowling. Podríamos, al fin, tener prueba visual, casi palpable, de lo que había sucedido solo en nuestras cabezas, donde el mundo es más vasto y aún más inalcanzable. La magia que existía en las mentes de cada lector ahora sería compartida y presenciada por muchísimos más.
En mi caso, la emoción era gigantesca. Yo vi La Piedra Filosofal cuatro veces en pantalla grande cuando estrenó. No me arrepiento de ninguna de ellas. ¡Aún no era siquiera adolescente! Pero me las arreglé para poder comprar figuras, cartas, el álbum de postales, el soundtrack y hasta el VHS cuando salió a la venta (apenas iniciaba la transición al DVD en el mercado). La experiencia fue fabulosa, abrumadora, obsesiva y satisfactoria hasta el cansancio.
Pero hoy, parece que no es más que un recuerdo nostálgico del inicio de los muchos viajes que tendríamos en el mundo mágico de Harry. Las aventuras que nos durarían diez años comenzaron con esta película, que ahora parece apenas funcional y adecuada. Cada descripción del libro es llevada con cuidado a la pantalla y los cambios de la historia son mínimos o no se notan mucho. El metraje es apenas para conseguir una historia decente que sea fiel al libro (casi el único aspecto al cual todos los lectores, lastimosamente, prestan atención) y no se salga mucho de lo que es la esencia del mundo mágico. Esto, en gran parte, es gracias a la visión del director que se escogió, Chris Columbus. Él hace las cosas desde la visión de la inocencia y descubrimiento de los personajes, así para que el espectador también vaya adentrándose más y más en los peligros y emociones que tendría Harry al ser aceptado en Hogwarts. No olvidemos que, al ser una película, no se puede esperar que todo aquel que vaya a verla sepa los detalles que venían en el libro.
Pero no deja de verse demasiado sencilla ante lo geniales que serían los años siguientes. Es el sentimiento que me viene siempre al pensar en La Piedra Filosofal, la película: una buena y mágica aventura para toda la familia, no mucho más. La culpa podría ser, de nuevo, de la visión de Columbus. Pero escala un poco más a la decisión del estudio, Warner Bros., de escoger a alguien que entregue un filme adecuado para iniciar la saga y que no se salga mucho de los parámetros de filmar una adaptación bastante popular en ese momento, apenas iniciando. Eso sin contar que otros nombres habían surgido antes. Steven Spielberg, luego de ser escogido primero, abandonó el proyecto, para dejarlo en manos del que resultó, convenientemente, más “family friendly”, por sus proyectos anteriores (Home Alone, Mrs. Doubtfire).
Pero no se le puede recriminar mucho más. Su dedicación y cuidado se le agradece al ser él quien construye y decide de primero varias piezas que serían clave desde el inicio. Por más que su visión estuviera ligada a muchas decisiones iniciales del estudio, Columbus es la base y el principal responsable de muchas buenas maneras de darle vida y forma al mundo mágico, comenzando, y siendo lo más importante, la elección de los actores. Además de los tres protagonistas, ¿qué sería la profesora McGonagall sin la brillante Maggie Smith? ¿O el desconfiado, pero siempre presente Severus Snape? Alan Rickman tuvo, ahí, uno de los papeles más memorables de su carreta y de la saga completa.
Al final, la reflexión de Harry es que su hogar no es al que va, sino en el que está, con solo un año de haber vivido en el castillo. Para nosotros, fueron las dos horas y media que comenzaron todo. Dos horas y media que contaron miles de pensamientos alrededor del mundo y que quedaron plasmados en las imágenes que nos quedan hoy y que iniciaron el pequeño, inmenso hogar mágico que nos acompañaría por diez años y que todavía es recordado con cariño. Ahora, la cosa sigue dando dinero y el mundo se expande más y más, dando la bienvenida a más y más miembros de la comunidad potteriana. Entonces, con la llegada de la nueva entrega en forma de obra de teatro, nos toca repasar aquí lo que vino antes de eso.
Observaciones extra
—En EEUU, la película se llamó La Piedra del Hechicero (and the Sorcerer’s Stone).
—Estrena un viernes de noviembre del 2001 y hace $974 millones en taquilla. Ese mismo lunes (tres días después) comienza la producción para la segunda parte.
—La primera toma que se filmó es la escena que cierra el filme: el abordaje al expreso de Hogwarts. (“I’m not going home. Not really.”)
—Según Columbus, la película tiene un montaje muy rápido porque los jóvenes actores no podían terminar una escena sin reírse al final de cada toma.
—Su duración es de dos horas, treinta y dos minutos.
—La secuencia del ajedrez mágico gigante sigue siendo genial años después.
—Profesor de Defensa contra las Artes Oscuras del primer año: Quirinus Quirrell.
—“It’s Levi-O-sa, not Levio-SAH!”
—“Alohomora!”