El séptimo arte ha llegado a servir la función de entretener por poco más de un siglo, con prestigiosas contendientes casi que desde su origen (pensemos en Gone with the Wind, The Godfather, o The Shawshank Redemption, para lograr abarcar varias generaciones). Por otro lado, la televisión estadounidense introdujo el género de ciencia ficción, horror y comedia a sus televidentes con programas como The Twilight Zone, Alfred Hitchcock Presents y I Love Lucy, por allá de las décadas de los ‘50s y ‘60s. A pesar de esto, una nueva corriente de contenido de alta calidad forma parte de la llamada edad de oro televisiva o peak TV. El punto de transición se marcó con grandes proyectos como Six Feet Under, The Sopranos o The Wire, procurando no censurar vocabulario, desnudez o temáticas delicadas. Más recientemente lo pudimos visualizar con series como Mad Men o Breaking Bad.
La idea de este análisis no es inclinar la balanza por uno o por otro formato, ya que soy capaz de disfrutar una buena serie tanto como una buena cinta. Simplemente es sacar a relucir las fortalezas y las dificultades que ambos atraviesan al momento de enganchar a una audiencia o presentar contenido superior, con guiones interesantes y ricas historias. A pesar de que existen excepciones en canales de señal abierta, gracias a las cadenas de cable (HBO, Showtime, AMC, FX, Starz, etc.) o de streaming (Netflix, Amazon, Hulu) se puede apreciar un valor de producción que está al mismo nivel que el de las grandes películas.
Tratamiento narrativo
El cine propone una evolución completa. Logra presentar un planteamiento inicial, un desarrollo dramático, aplicar puntos de giro hasta llegar al clímax, y luego, generar un desenlace; todo esto en dos horas más o menos. Además, el vínculo que se siente hacia los personajes que fueron introducidos se acaba de manera fugaz al término de esta, a menos que los visitemos de nuevo durante una secuela (que raras veces son merecedoras de nuestro tiempo, pero al final de cuentas, las franquicias son la manera más práctica de hacer dinero).
Una serie puede tomarse el tiempo para darle un cuidado especial a su historia, ya sea centrándose en la trama o en las relaciones entre personajes y su eventual desarrollo. Ahora bien, el medio televisivo es volátil, especialmente cuando alargan de más una serie que tuvo unos primeros años maravillosos, y luego simplemente no saben cómo darle un cierre digno de su grandeza. La libertad narrativa que poseen puede jugar a favor, pero también en su contra. Por lo menos, las temporadas ahora son más cortas, generalmente con 12 o 13 capítulos (poco tiempo atrás, la norma era de 20 para arriba). Lo ideal sería procurar mantener un nivel de calidad balanceado a lo largo de su tiempo al aire. Una tarea difícil, pero no imposible. Eso sí, de una u otra forma, en una serie hay más chance para sentirse involucrado en la vida y el recorrido de los personajes.
Los actores solían tener la mentalidad de que si incursionaban en la televisión, no habría vuelta atrás. Pero, en una época como la que se está viviendo, ya hemos podido presenciar a actores de renombre haciendo papeles en series de TV, con mucha honra (Matthew McConaughey, Woody Harrelson, Colin Farrell, Vince Vaughn, Kirsten Dunst, Steve Buscemi, por mencionar a algunos). Es una tendencia palpable, e inclusive directores (David Fincher, Martin Scorsese, Guillermo del Toro, Steven Soderbergh) han añadido la pantalla chica a su lista de hazañas. Antes no querían verse involucrados en la televisión, pues el control creativo solía girar en torno a los escritores, pero esto ya ha ido cambiando. Hasta se han estado realizando adaptaciones de películas en formato televisivo (Limitless, 12 Monkeys, Fargo, Ash vs Evil Dead), y esto debe tener algún motivo de peso, ¿no?
Otro aspecto interesante es que me ha tocado conversar con personas que no aguantan más de dos horas para ver una película, ya que su foco de atención cada vez se ve más reducido. Sin embargo, los que hacen binge-watching sufren del mismo mal. Mi teoría es que quizás al estar fraccionado y al existir cierta pausa entre capítulos, no se percibe tanto el paso del tiempo. Es aquí donde llegamos al punto medio: las miniseries. Normalmente, una miniserie se trata de una cinta extendida, con partes que se van develando a lo largo de varias noches, de no más de una hora por noche. Son una experiencia muy placentera, pues tienen lo mejor de los dos mundos, y puede funcionar como una buena alternativa.
Géneros específicos
En el MCU (Marvel Cinematic Universe) podemos apreciar a Daredevil, Jessica Jones (además de Luke Cage, Iron Fist y The Punisher que están por sacar sus series individuales) y personalmente, superan a cualquier película perteneciente a este universo expandido. Estas series de Netflix, dan como resultado un acercamiento más íntimo en un ambiente de detrimento urbano, dotando de complejidad a sus protagonistas, e inclusive a sus villanos. En serio, no es necesario tanto CGI para crear espectacularidad. No se la crean.
En cuanto a comedias, hay que admitir que existen clásicos de culto en la gran pantalla, pero no son muchas. Piensen, en los últimos dos o tres años, ¿cuál cinta de comedia los ha hecho revolcarse de la risa, sin ser reducida a depender de un humor vacío? Se me vienen a la mente Hello, My Name is Doris y Listen Up Philip, pero ninguna otra muy memorable. Parece que se han vuelto perezosos en cuanto a este género tan importante. No podemos llegar a decir lo mismo de la TV, cuando existen series como Silicon Valley, Veep, Broad City o Parks and Recreation.
El humor no es el fuerte del cine, pero ambos medios tienen sus limitantes. En la pantalla chica no podría existir algo tan experimental como lo fue The Tree of Life, Under the Skin o Enter the Void simplemente porque el formato episódico no le sería favorable.
La experiencia visual
El entorno social, el olor a palomitas, la pantalla gigante, el sonido envolvente. Todo eso es parte de lo que conlleva disfrutar de una película. A pesar de esto, muchos prefieren ver una buena cinta en la comodidad de sus hogares, y se aproximan al cine solo para ocasiones especiales (festivales de cine independiente, de cortos o para ver el último blockbuster en formato 3D o 4D). Contrariamente, la televisión funciona así y es parte de la pantalla chica justamente por eso: fue diseñada para verse en la casa (imagínense que existiera una sala de cine donde proyectaran el episodio nuevo de la serie del momento, ¿idea millonaria?). No por esto tiene que ser un fenómeno individualista, todo lo contrario. Gracias al aumento en el uso de redes sociales y plataformas de streaming o uso de torrents, es usual comentar los últimos capítulos en tiempo real, pero claro, siempre cumpliendo con la etiqueta de spoilers. De hecho, ya no es requisito tener una televisión física, pues todo el contenido se encuentra en línea, es cuestión de asesorarse al respecto.
A lo que quería llegar, es que hay muchísimo contenido que merece nuestra atención y dedicación, en ambos medios por igual (para este año, ya hay más de 400 series al aire, sin contar reality shows o talk shows). Pero, lamentablemente, hay televisión basura y cine basura, de eso no podemos escapar. Lo que sí se puede trabajar es el saber distinguir entre lo banal y lo ingenioso, convirtiéndonos en un público exigente. Después de todo, también existen muchos libros por leer, mucha música por escuchar y muchos lugares por conocer. Debemos aprender a distribuir nuestro tiempo sabiamente.