Por Sergio Beeche Antezana
Ya habían comenzado a preparar su nuevo proyecto cuando Michelle y Robert King anunciaron que la serie que los había hecho tan respetados y elogiados por varios años terminaría. The Good Wife finalizó sus siete años al aire con una temporada un poco apresurada y sin mucha cohesión, cosa que podría ser porque los King estaban más ocupados con la nueva serie de verano, BrainDead, que CBS les aprobó sin miramientos (en gran parte, gracias al éxito que lograron con TGW). La atención fue de una idea a otra: mientras ellos se concentraban más en la sátira política que estrenó hace unas semanas, la calidad de TGW bajó en su recta final. Es lo que sucede cuando algo nuevo distrae a los creadores que tienen más de un proyecto en sus manos (*ejem*: Ryan Murphy).
En todo caso, con BrainDead seguimos a Laurel Healy, una aspirante a directora de documentales que acepta trabajar para su hermano, Luke, un senador demócrata, para ahorrar dinero y poder filmar lo que ella desea. Entre tanto, se topa con varias personas que comienzan a comportarse diferente, con una personalidad más extrema. Todo esto causado por un montón de hormigas salidas de un meteorito que se meten por la orejas y se comen parte de la materia gris dentro de la cabeza (escribirlo es más extraño que verlo desarrollarse, créanme). Esta es una premisa totalmente ridícula, pero igualmente adecuada a los temas que la serie quiere plantear de extremismos políticos, negociaciones y posturas reales que se verían intensificadas con esa curiosa ironía interna: el lavado de cerebro de las personas.
Pero hay una cuestión. BrainDead es una serie que no tiene totalmente definido el tono que quiere presentar. Entre la sátira de los enredijos políticos, el seguir a la protagonista y sus relaciones más cercanas (su hermano y su contrincante republicano, Gareth) y la trama de las hormigas alienígenas que se comen parte del cerebro de las personas, hay una distracción mutua que evita una línea más clara de lo que la serie es o quisiera ser. Y de ahí sale su mayor debilidad: el tono. Las hormigas brindan un aire de ciencia ficción que se divide en el aspecto misterioso de averiguar qué son y qué diablos hacen; lo político, por otro lado, es parte de una especie de denuncia al extremismo y, entretanto, queda tiempo para un lado romántico/familiar que, por suerte, desarrolla mejor a los tres personajes principales. No hay una certeza de si se debería reír o preocupar por que queden afectados los héroes (aceptémoslo, son los protagonistas) o si la atmósfera y colores tan grises de la fotografía anuncian alguna especie de fin de la humanidad. Con tanta cosa, hasta este párrafo resulta un tanto saturado.
Curiosamente, los desórdenes narrativos no impiden que los actores den el máximo con sus interpretaciones. Mientras que el diálogo es a veces superficial, cada línea resulta convincente de parte de la carismática Mary Elizabeth Winstead (que triunfó en grande este año con 10 Cloverfield Lane) como Laurel; le acompaña, astuto y encantador, y con una química inigualable, Aaron Tveit (de la serie Graceland o de la más reciente adaptación de Les Misérables). Y les siguen Danny Pino, como el hermano senador y su contrincante republicano, el siempre excelente Tony Shaloub. Buen grupo de actores.
Entonces, con la manera más original de la televisión de presentar el repaso de la semana anterior (una canción original a cargo de Jonathan Coulton) y con los títulos más largos y extravagantes para cada episodio (que no pienso escribir aquí, BrainDead da más la sensación de ser una comedia agradable que, hasta el momento, tiene la misma cantidad de pros y contras como para seguir viéndola y dejar que encuentre sus fortalezas y que pueda ser excelente al terminar su primera temporada de trece episodios. Para ese detalle hay suficiente confianza en los King, quienes parecen estar tomándose su tiempo en encontrar el balance perfecto y tono apropiado a este proyecto que apenas comienza y que puede llegar a ser tan grande como su antecesora. Por suerte, ellos tienen buen ojo en la elección de actores y actrices que se llevan el reconocimiento más importante. A menos que reciban una visita de las hormigas mientras duermen.