¿Qué hace buena a Game of Thrones?

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Por Sergio Beeche Antezana

 

Cuando la sexta temporada iba a comenzar, los creadores de la serie, David Benioff y D.B. Weiss dijeron que era la mejor que habían creado, que era la mejor y simplemente “sólida”. Estas palabras son parte de una expectativa inmensa, casi desmesurada, de lo que vendría con el nuevo año de la serie más popular del momento. Tal fue la emoción que esa afirmación inicial se fue perdiendo con el transcurso de la temporada, hasta hacer las intenciones de la serie un poco confusas, casi decepcionantes, por el manejo acelerado de las historias sin detenerse en motivaciones o razones de acciones específicas que avanzaban a una rapidez increíble.

Porque Game of Thrones tiene que seguirle la pista a todos sus personajes, más aún si se encuentran tan separados unos de otros. Pero no deja de ser alarmante cuando se olvidan y regresan por mero propósito de avanzar la trama o por continuar su historia sin estar ligados a la temática amplia del episodio o, siquiera, de la temporada misma. Y es ahí que surge un dilema —al menos en mí— sobre el aspecto que se le debe prestar más atención de la historia general ante el plan de la temporada y de cada episodio. En Game of Thrones solía ser un repaso, un seguimiento y continuidad, para luego adentrarse en los temas más específicos, repartidos en las diez horas anuales de la serie. Temas que vienen directo de los libros y que son más fáciles de tratar en la serie: relaciones políticas, honor, fe, venganza, lealtad, traición, conquista, nuevos comienzos.

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Durante su tiempo al aire, es imposible no alabar los diferentes aspectos que Game of Thrones posee en su construcción narrativa, sus conceptos y excelente producción. Hay cierta grandiosidad en la elaboración, no solo de escenarios y locaciones de todo el mundo, sino en las historias que unen a todos los reinos de Westeros. Cada conversación puede llevar a alianzas, consecuencias o repercusiones que son parte de un vasto universo interno que funciona con sus propias reglas, pero unas que no deberían dejar de seguirse dentro de los parámetros que la serie misma se ha impuesto; y más aún, dentro de las características propias de una serie de televisión (en las cuales está, ante todo, contar una historia envolvente).

Pero algo pasó este año. Todas esas cualidades parecieron haberse desgastado.

Tomemos, tal vez, el ejemplo de los dos episodios finales y su diferente construcción narrativa y conceptual. Aunque ambos sean espectaculares por sus momentos de impresión, impacto o emoción, por mucho, The Winds of Winter (el final de temporada) tiene un mejor manejo de sus temáticas, paralelismos y contraposiciones entre sus historias. Ahí, a pesar de que el episodio se cae a ratos con varios atajos (a los cuales ya volveremos), la serie logra, en los primeros veinte minutos, su clímax más increíble con una de las mejores secuencias que ha tenido, logrando fácilmente la ansiedad y tensión claves para hacer la experiencia más intensa de lo que normalmente es. La explosión del edificio que elimina a tantos personajes es una clase magistral en construcción de una escena, en edición, musicalización y hasta en actuación. Son detalles clave que vienen, en gran parte, del ingenio del director del episodio, Miguel Shapochnik, quien cambia, en ese montaje, un poco el ritmo acostumbrado de la serie. Brillante.

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No sucede lo mismo en Battle of the Bastards (aunque también tiene la excelente dirección de Shapochnik), que obliga un poco su narración para poder tener un motivo que justifique el enfrentamiento armado y culmine con una catarsis que satisfaga al espectador. Pero los atajos para llegar a eso hacen que el resultado se vea como una manera forzada de evitar prolongar historias que se comenzaban a sentir ya repetitivas. Entonces, se percibe una casi obligación de la serie de tener o crear un momento, digamos, “épico” que emocione y culmine siempre en su noveno episodio. Cosa que no está mal del todo, pero las razones y motivos de esta batalla específica salen de la nada para eliminarlas de inmediato y poder continuar con los personajes que importen más (sí, aquí me refiero al pobre de Rickon Stark, que viene y va sin una sola línea de diálogo).

Vuelve mi dilema: si lo bien construidas que están varias secuencias individuales o las emociones sentidas en un solo instante hacen que un episodio sea bueno, ¿para qué el resto de la temporada? ¿Cómo determinar la calidad de Game of Thrones si se quiere basar solo en momentos grandiosos en lugar de personajes que nos importen y su —orgánica— evolución? ¡Ellos son los que estarán en esos momentos grandiosos!

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Ahora bien, ¿se benefició la serie al no tener más material que adaptar de los libros? Fácil: Sí y no. Las sorpresas ahora son colectivas y atrapan hasta a los lectores que se sentían en cierta posición de poder al saber lo que sucedería (no en qué momento, eso sí). Pero los escritores parece que se han apresurado a mover las piezas hacia un objetivo final o encuentro grandioso por el anuncio de que a la serie le quedan unas dos temporadas más de vida. Ahí es donde el subtexto que tan bien la caracterizaba se perdió: ¿acaso la serie no podía conseguir la profundización de personajes por sí solos, sin ayuda de los monólogos internos de los libros? Parece desalentador pensar que el apresuramiento de crear un “tercer acto” o conclusión satisfactoria con lo que le quede de vida —y la necesidad de incluir cada vez más espectacularidad que antes— tenga como consecuencia las bases que la hicieron la gran serie que comenzó ya seis años atrás: una historia universal de un mundo imaginado que abarque aspectos enormes de una sociedad a partir de las pequeñas historias de aquellos que las conforman. De lo pequeño a lo grande.

Entonces, ¿qué hace buena a Game of Thrones? Me dirán, tal vez: Sus detalles técnicos. Las actuaciones que nos hacen amar u odiar a un personaje. Los temas y subtemas que maneja. Las maquinaciones políticas o de conquista que, por alguna razón, emocionan a todo el mundo. Las batallas o asesinatos de carácter “épico”.

A lo que yo les respondería: Sí, todo eso, pero ¿solo las batallas y asesinatos? ¿Y las conversaciones que reflejan la sociedad como un espejo de nuestra humanidad? ¿Y los enfrentamientos entre el poder ambicioso y la valentía patriótica? ¿Y los detalles de venganza o, incluso, de magia que envuelven al espectador que entra al genial mundo de Westeros? ¿Y el disfrute semanal de emoción colectiva que ninguna otra serie logra con una audiencia de tal magnitud? Ustedes dirán.

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Tal vez sea fatiga personal; tal vez sea la exagerada atención que recibe ahora de tantas personas que la colocan en un pedestal, sin dar campo a la conversación o discusión que puede estimular con el análisis de cada episodio semanalmente (lo cual, por suerte, es vital con esta serie: la deconstrucción individual). De igual manera, los méritos están ahí y no se le pueden negar. La cosa es que, al menos en esta temporada, son más a nivel técnico que en el desarrollo de su historia.

Con todo, no pierdo la esperanza en lo que vendrá. Pero es importante notar las fallas y dejar que acontezcan en la pantalla para, así, tener un disfrute más interesante de la serie. No hay que engañarse: a todos nos encanta verla, me incluyo en la emoción semanal; sin embargo, no hay nada de malo en reconocer que no es perfecta, que tiene sus defectos y que eso no le quita que sea un programa muy bueno y digno de ver.

Entonces, es tiempo de que Game of Thrones comience su “tercer acto” para terminar, de nuevo, en imágenes de grandeza y espectacularidad, ojalá y con momentos, también, de delicado manejo de sus personajes y las motivaciones que lleven a la grandiosidad de ese inevitable final que está más cerca de lo que muchos quisieran reconocer.

Valar Morghulis.

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1 Comment

  • Buena crítica, hay que dejar de un lado el fandom jeje, bueno yo si me quejaré de algo, comenzo un tanto tranquila, y terminó espectacular, epico. De hecho sentí algo forzada la batalla, muy chiva claro, pero por que no duró más, y mas dialogo como dices, igual me encantaron esos dos capitulos finales. Otra cosa es que metan tanto personaje que ya nada hacen, pero bueno esperemos la otra temporada 😉
    saluditos

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