Money Monster: dinero, periodismo y denuncia

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Por Sergio Beeche Antezana

 

Pocas veces sucede que, al analizar un filme, uno se puede dejar ir por los sucesos en pantalla y simplemente disfrutar de una trama que logre envolver al espectador por su buen tratamiento de principio a fin y que consiga lograr más de su argumento inicial; es decir, que presente temas, las desarrolle y el espectador pueda diferir más o encontrar interpretaciones personales.

Es con el estreno silencioso, casi desapercibido, de la nueva película de Jodie Foster, Money Monster (El Maestro del Dinero), ahora más cómoda detrás de la cámara, donde las ideas se ven expuestas de la manera más clara posible y donde el enfoque va más allá del mero metraje; es recuerdo, apertura de ideas, aclaración, denuncia.

Pero aquí, el tema está claro y su punto de vista completo y punzante, algo parecido a lo que quiso hacer la genial The Big Short. Lastimosamente, con un guion tan interesante, y con tantas capas temáticas en sus manos, la dirección de Foster es plana y poco inventiva; más bien, apenas funcional. Con un montaje hiperactivo que no ayuda muy bien a los cambios y transiciones, pero que se comprende el sentido al terminar el filme. De igual manera, George Clooney no muestra más que sus dotes actorales ya conocidos y presenta un personaje principal que ya hemos visto en él. Es la actuación más débil del elenco.

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A pesar de eso, a Money Monster no le falta emoción y tensión constante y cautivante. El buen manejo de sus partes es el ejemplo perfecto del término en inglés suspensión of disbelief (“suspensión de la incredulidad”, término al cual ya volveremos). Porque resulta paradójico: aunque la edición sea medio alocada y los movimientos de cámara ansiosos e inquietos, el ritmo nunca se pierde. Los momentos aislados de la línea narrativa principal se ven entrelazados en el tercer acto, que es totalmente orgánico y fiel a su mundo y que sabe utilizar bien sus atajos para llegar a un clímax final que resulte satisfactorio. Al final, la satisfacción —o no— que deja es de la manera menos esperada.

Al tener una premisa basada en una especie de sátira hacia los analistas de la economía estadounidense y dar paso a los acontecimientos que vemos en la película, el espectador entra en lo que se llama la “suspensión de la incredulidad” (traducción literal), donde acepta cualquier simplificación de algún giro narrativo o relativa “incoherencia” para mover las piezas de la construcción y hacia el desenlace de la historia. En Money Monster, esa suspensión es clave para dejarse llevar por la tensión que se consigue y así observar las ideas de la película misma.

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Pero es que el tipo de denuncia sutil en el subtexto de Money Monster es clave y con ciertas secuencias dignas de tener en cuenta o para reflexionar (en especial una toma donde aparece un futbolín, genial). Así, los temas de control ante una situación extrema, el periodismo, los gustos de las personas a la hora de consumir algún producto o las opiniones en televisión que influyen en las decisiones de los consumidores, entre otros, quedan implícitos en los sucesos de los personajes que queremos ver triunfar ante la maquinaria y sociedad, de la cual todos somos parte.

De nuevo, hay paradoja: se debe ver la película como una invención de mero entretenimiento, que acelera el ritmo y trabajo narrativo, para que, de esta manera, el espectador caiga en cuenta de su realidad, reflejada, como trabajo de ficción, en pantalla.

Por ahí hay buena música que acompaña bien las imágenes y fotografía adecuada. Pero hay que recalcar el trabajo de la nueva generación de actores, que se lleva el peso dramático. Mientras que Clooney, ya mencionado, y Julia Roberts, son los veteranos que saben lo que hacen, pero parecen en piloto automático, los nuevos rostros son los que entregan las mejores y más interesantes actuaciones: la firme y decidida Caitriona Balfe, prestada de la excelente Outlander; y Jack O’Connell (Unbroken), que da la mejor actuación del elenco; él es el eje claro de tensión en la historia pero, además, de la contradicción humana. Excelente.

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Me abstuve de contarles detalles de la trama a propósito para que vayan a verla y se lleven la buena sorpresa que tuve al sentarme en la butaca hace unos días (incluso, si pueden, eviten el trailer). Money Monster no es —ni necesita ser— la mejor película del año, pero sus cualidades e incisiva muestra de lo que somos las personas en esta era de tecnología apabullante y consumo desenfrenado son suficientes para ir a ver esta pequeña muestra de que el entretenimiento ligero (light) puede llegar a ser de los que más te pone a pensar al finalizar por su manera de adentrarnos en su acción y suspenso internos que llevan a captar mejor las contradicciones de la realidad externa.

 

Calificación: 8

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