Por Sergio Beeche Antezana
Curioso: otra vez, las pequeñas historias y el enfoque en una temática específica hacen que un episodio de Game of Thrones, aunque se trate de mera preparación para lo que vendrá en el futuro, resalte y deje buen sabor luego de escoger bien sus diálogos y montaje para contar micro historias que resultarán en algo más grande en los episodios que vendrán.
Esta semana, el poder de tomar una decisión y atreverse a cambiar, de un momento a otro, ciertos resultado alrededor de uno es esencial en la caracterización de los personajes que aparecen en Blood of my Blood, entrando ya en la segunda mitad de la temporada, casi la recta final.
A veces, las decisiones son forzadas y parten de una rebelión interna que quiere hacer explosión. Es el caso de Sam, quien sabe que existen personas que lo aprecian (la dulce Gilly y su hijo) y que puede llegar a ser verdaderamente feliz fuera de la tierra que lo vio crecer. El saber que tiene la capacidad de irse tan fácilmente es parte de una liberación importante del personaje que recién le conocemos su pasado en esa terrible persistencia del desapruebo de su padre. Las consecuencias inmediatas no quedan claras, pero el desarrollo hacia la escena en que toma la espada es totalmente merecida, luego de la bien editada cena con su familia. Lo que venga después, en términos más amplios de alianzas o enfrentamientos, sabemos que tuvo su base emocional en esos pequeños momentos.
Arya, por su parte, disfruta del teatro callejero que muestra una nueva cara de lo que es su viaje, las historias que conoce y debe dejar ir. Pero no puede evitar tomar esa decisión repentina al sentirse identificada con la mujer que debe envenenar, dejando toda su misión olvidada con las consecuencias que evidentemente vendrán luego de dos temporadas de entrenamiento para ser Nadie. Habría que preguntarse, ¿para qué tanto tiempo de preparación si el momento en el cual deja todo botado es tan repentino (y hasta evidente)? Pues, tal vez, ese era el punto desde el principio. La recuperación de Needle (su espada) es como la escena de Sam: el paralelismo de recuperar un objeto de poder y dejar en duda el siguiente paso que tomará la serie con estos dos personajes. Porque Arya, al igual que Sam, es mucho más de lo que los demás piensan; ahora cualquier cosa puede pasar.
Esas son, entonces, determinaciones claras que muestra el episodio; cuando presenciamos la acción tomada, pero no el resultado. Con Margaery y Tommen, no vemos la decisión misma, sino la conversación previa y el resultado de lo que se habló. El plan llega en forma de sorpresa para los Lannister y los Tyrell, quienes quieren deshacerse del molesto High Sparrow. Pero, ¿qué están pensando —y haciendo— “el rey” y “la reina” verdaderamente? No hay duda de que eso que no vimos es parte de algo más que solo los muros escucharon o, en parte por la evidente falta de malicia de Tommen, que solo esté en la astuta mente de Margaery.
Aquí, el poderío se entremezcla con creencias, sentencias y nuevas alianzas. La astucia de unos es alivio para otros, pero despierta la atención de aquellos, como Cersei, que no duda en tomar control de cada pequeño paso que tomará en los difíciles días que vendrán (más decisiones). En el caso de nosotros, las cuatro semanas restantes que quedan de la temporada.
Así, Game of Thrones se permite respirar luego de una semana intensa en la que sostuvo con fuerza la puerta, pero lo hace con buen manejo de narración episódica, centrándose en los personajes más pequeños primero, para brindar paralelismos entre la temática de las historias individuales de los personajes que no tardarán en cruzar caminos; incluso antes de que George Martin termine de escribir su próximo capítulo. ¡La tele va más rápido de lo que uno cree!
¡Ah! Y no podía olvidar a la amada Kahleesi (el momento más desconectado del episodio; querer terminarlo con mero factor de espectacularidad). Ella simplemente decide que seguirá conquistando tierras y ganando aliados mientras viaja de vuelta a Meereen, con sus privilegios, postura y porte de líder total. Conquistas que la hacen, básicamente, Alejandro Magno. Y aunque presiento que ella puede tener un poco más de longevidad de la que él tuvo, con Game of Thrones nunca se sabe.