Por Alfredo Cordero
Louis C.K. decidió darnos una especie de regalo a sus seguidores, todo por amor al arte. Nos maravilló con una serie de la noche a la mañana, sin siquiera haber lanzado una promo, sin haber tenido presencia alguna en redes sociales o internet previa a su lanzamiento, algo poco convencional e inesperado para la época tan mediatizada que estamos viviendo. Su justificación es que para un escritor no hay nada más satisfactorio que ir viendo la reacción del público conforme se va develando su obra poco a poco, sin tener expectativas de por medio. Un día cualquiera decidió mandar un correo a sus suscriptores con el enlace al primer capítulo. Quizá él no sabía cómo iba a resultar su experimento, pero ¡qué clase de sorpresa es esta pequeña joyita!
Horace & Pete nos transporta a un bar irlandés, un negocio centenario en Brooklyn, donde venden solo cerveza Budweiser, nada de tragos mezclados [muy a la antigua], y donde los tomadores diurnos se reúnen a tertuliar. Inclusive cobran más caro a los hipsters que a los regulares, por cuestión de tradición. Sin más ni menos, entremos a las razones para verla, y el por qué se destaca.
Un reparto de alto calibre
El reparto es del más alto nivel, con una trayectoria imbatible. Louis hace el papel de Horace, y administra el bar epónimo junto a su primo/hermano [sí, es confuso] Pete, la otra parte de la dupla representado por Steve Buscemi (Boardwalk Empire). El bar es un negocio familiar, heredado a través de varias generaciones por varios Horaces y Petes. Edie Falco (The Sopranos, Nurse Jackie) es Sylvia o Sylvie, la hermana de Horace. Estos tres se complementan el uno al otro: Sylvie representa lo agresivo, Pete lo pasivo, y Horace resulta ser pasivo-agresivo a la hora de expresarse. Además, incluye a Jessica Lange (American Horror Story) como Marsha, la última novia del difunto Horace padre; Alan Alda (M*A*S*H, The West Wing) es el malhablado Tío Pete, y aparecen muchos invitados especiales, dejando su huella en el bar.
Un proyecto ambicioso y experimental
Como si no fuera una tragicomedia lo suficientemente arriesgada, uno de los capítulos de 45 minutos aproximadamente, gira en torno a una conversación entre Horace y su ex esposa Sarah, interpretada por Laurie Metcalf (Roseanne, Getting On), en su totalidad, y NO aburre, al contrario. No sabemos nada de este personaje y sin embargo, nos comienza a hablar de temas sumamente íntimos, siempre con primeros planos que nos muestran las múltiples expresiones de ambos. El show está filmado asemejando una obra de teatro, con intermisiones en medio de los capítulos, y dividido en actos.
La incertidumbre da ganas de más
La serie resulta ser un misterio, pues no se sabe cuántos capítulos saldrán al aire (al momento de este artículo han sido reveladas siete partes). Es como un encuentro personal entre el espectador y los personajes llenos de vulnerabilidad, volviéndonos más empáticos conforme pasa el tiempo. Me parece brillante, pero brilla de una forma auténtica, al ser una experiencia innovadora, al mejor estilo de C.K.
Tiene su propia voz, mas no un género específico
Louie, su otra serie que lo consagró como uno de los mayores exponentes del humor negro, incómodo y soez, está en pausa hasta que C.K. se inspire para escribir una sexta temporada, libre y sin ataduras. Louie se distingue de Horace & Pete, ya que ésta no requiere mucho tiempo entre la filmación de cada episodio y su distribución, todo sucediendo en una misma semana. Es más, es probable que en estos momentos esté en sus últimas etapas el octavo capítulo. Además, C.K. la dirige, escribe, financia y estelariza, siendo una de las primeras [si no la primera] serie web independiente, no atada a una cadena para tener éxito.
Su relevancia en acontecimientos actuales
Las conversaciones delicadas y nada sutiles en torno a política, aborto, dilemas familiares, transfobia, suicidio, religión, enfermedades mentales, y demás, llevan cada tema a una conclusión bastante reveladora. Además, esas pláticas también se ven monopolizadas por temas recientes. Lo que lo hace más evidente, son sus debates en torno a la campaña de Donald Trump, teniendo mucho que decir al respecto. Desde Deadwood no he puesto tanta atención a diálogos tan intrincados y estimulantes, pues uno se deja llevar, así de sencillo. Cada palabra que emiten está llena de verdad y de sentimiento, contada con un nivel de humanidad profunda. Es como si fueran personas reales, y simplemente resultara que pusieron una cámara para grabarlos mientras se desenvuelven en su hábitat natural. Los cuestionamientos que se plantean son cosas que nos preguntamos todos los días.
Los episodios se pueden conseguir de manera legal en su página web, el primero cuesta $5, el segundo $2 y de ahí todos los siguientes cuestan $3. Tal vez sea un poco contraproducente tratar de piratearlos, pues la manera en que él explica el porqué del precio es muy razonable, pero no se juzga a nadie. Mi consejo es que la vean, la digieran y si tienen sentimientos encontrados es porque les llegó tanto como a mí.