Por Marco Prado
Hola de nuevo, mis queridos Mulder y Scully:
Tantos años han pasado desde la última vez que nos vimos. Aún recuerdo amargamente nuestro reencuentro, una película de 2008 que me hizo perder la fe en nuestro amor, construido durante nueve temporadas, 202 capítulos y la mejor película que le pudieron regalar a un X-Phile como yo: Fight The Future. 202 capítulos observados intermitentemente entre el hogar de mi abuela (el único con cable en ese entonces), los canales 6 y 11, y cientos de descargas directas al límite de la legalidad. Así es, nada de Netflix o sitios de streaming: eran tiempos duros para los que adorábamos la televisión.
La honestidad era muy importante para ustedes, y por eso me sincero acá. Desde la primera vez que nos vimos, sabía que se convertirían en mi obsesión. No importaba lo que viniera, yo ya sabía que esto sería amor para siempre. Tuvimos altos y bajos (¿se acuerdan de una tal agente Mónica Reyes?), capítulos memorables (Duane Barry, Little Green Men, X-Cops, Musings of a Cigarrete Smoking Man, Clyde Bruckman, Jose Chung, Triangle, Nothing Important Happened Today) y otros desechables (temporada 9, te estoy hablando).
Hasta les perdoné que me abandonaran un tiempo y me dejaran con un tal Agente Dogget. A él me tomó tiempo apreciarlo, pero descubrí que era digno heredero de su trono, y era la síntesis perfecta de ustedes dos. Así fue cómo aprendí a lidiar con él.
Nunca me había identificado con alguien como con ustedes, y no porque yo fuera un agente del FBI, sino porque ustedes eran la combinación perfecta: uno carismático, idealista, rebelde, romántico y gracioso; la otra, inteligente, analítica, apegada al método, leal y sincera. Ustedes serían la suma perfecta de valores que me gustaría que mis hijos tuvieran.
Inauguraron la época de oro de la televisión moderna, que aún vivimos afortunadamente, y nos mostraron a talentos que después harían su propio camino brillante y lleno de éxitos: Vince Gilligan, Darin Morgan, David Amann, James Wong, entre muchos otros. Además jugaron con todos los géneros narrativos de forma magistral, y durante su época de máximo apogeo no había nada que no pudieran hacer: reality, comedia, drama, ciencia ficción, terror clásico. En su show, la épica era tan importante como el día a día en aquella pequeña y oscura oficina en el sótano del FBI. Por cada monstruo memorable de un capítulo, descubríamos también una pequeña parte de esa gran conspiración para ocultar la existencia de vida inteligente en otros planetas.
Ante semejante panorama, imagínense mi reacción cuando me llegaron noticias de que volveríamos a vernos, y que miles de personas conocerían su historia de nuevo, su lucha contra el Gobierno, contra el Fumador, el Sindicato, los escépticos, el status quo y los poderes ocultos que mueven el mundo. Después de muchísimos años de rumores, decepciones y declaraciones de ustedes dejando la cuestión en el aire, por fin se alineó todo y tendríamos no una nueva película -como siempre se creyó-, sino 6 horas más de glorioso material nuevo en una décima temporada que funciona más como una miniserie.
El amor le gana al escepticismo, en este caso.
Me han fallado antes, y los he perdonado. Lo seguiré haciendo, ¿a quien quiero engañar? Ese primer minuto que dieron a conocer la semana pasada, fue la cereza en el pastel para un nostálgico como yo. La piel se me puso de gallina, me sentí de vuelta frente a algún televisor allá por el año 1994, a las 5 de la tarde por Fox.
Son y siempre serán mi primer gran amor, mi parámetro para medir la excelencia. Gracias a ustedes conocí nuevas y quién sabe, hasta mejores series de televisión. Pero el podio de mi corazón siempre será suyo.
¿Cómo no amarlos después de todo lo que nos dieron? ¿Cómo no tener un poco de fe de que esto no es una movida comercial más en una época de reboots y remakes? ¿Cómo no confiar cuando nos dicen en entrevistas que estos 6 capítulos que veremos a están al nivel de lo mejor de la serie? ¿Cómo dejar de creer en ustedes, si ustedes fueron los que me enseñaron a creer siempre?
Nos vemos este 24 de enero, muchachos. La verdad está allá afuera.
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