Por Sergio Beeche Antezana
Es pocas veces que una película se mueve con la facilidad que lo hace Spotlight (En primera plana). Es más, lo hace parecer más fácil de lo que es cuando se trata de narrar en pantalla. Así, con seguridad, astucia, delicadeza, maestría y humanidad transcurre esta película que no debe perderse nadie. Nadie.
Sucedió en el 2001, cuando el periódico The Boston Globe decide investigar los escándalos de pederastia contra sacerdotes que habían sido ocultados durante años sin que nadie le prestara la atención suficiente al tema.
Con apenas eso de base, Spotlight pasa como uno de los mejores guiones del año, desarrollándose poco a poco y con excelencia. De esos que ajustan a la perfección todas las tuercas de su engranaje para dar una construcción impecable de su historia y tratamiento al punto de sus temas.
Porque entra el concepto de la denuncia, del desenmascarar, descubrir y revelación de secretos que puede que la gran mayoría de personas prefiere negar o ignorar, pero con evidencia contundente de que los sucesos mostrados son parte de un fenómeno importante y espeluznante de conocer.
La persistencia del trabajo se vuelve emoción por descubrir y desenmascarar, pero luego, se convierte en necesidad de sacar a luz lo que se ha descubierto, de advertir y esperar a que no vuelva a suceder. Pero el oficio del periodista es informar con argumentos reales, que demuestren y prueben que lo que escribe es verídico. Ahí, Spotlight mantiene y cuida su delicada narración principal, pero el subtema del periodismo investigativo e informativo está ahí, para tomar en cuenta, también. Porque ¿cuáles son las noticias que hay que cubrir? Se nos informa sobre lo que el periodista quiere que sepamos, el interés no es público; en los peores casos, es crear la mejor imagen de ellos mismos.
Con tantos aciertos, no había manera de dejar de lado el impresionante trabajo de actores que lleva el núcleo humano y emocional. Ni uno resulta flojo aquí; hasta los secundarios que aparecen en apenas un par de escenas. Michael Keaton, Rachel McAdams, Stanley Tucci, Liev Shrieber (entre otros, que ninguno hace mal trabajo) y el brillante Mark Ruffalo (¡qué bien que lo hace aquí!).
En Spotlight también hay claridad. No solo en su puesta en escena bien llevada, sino es sus puntuales y astutos diálogos, su música y fotografía, sencillas pero atinadas, que se integran en un filme necesario y lleno de sutiles sorpresas que pueden dejar boquiabierto a más de uno. Además de un montaje impecable.
Tal vez es porque no queremos aceptarlo, o porque el poderío de la Iglesia es conocido, o porque la sociedad no se atreve a cuestionar actos imperdonables de una institución tan dominante en el mundo; pero no es la primera vez que queda expuesto en un filme. Este es, entonces, un recordatorio y reafirmación de que el espectador debe estar más atento a la información que escucha y lee y a cuestionar actividades sospechosas que salgan a la luz. Todo esto a través de un cine brillante, bien estructurado y narrado a la perfección que, repito, nadie se debe perder.