Los Juegos del Hambre llega a su fin

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Por Sergio Beeche Antezana

Las divisiones de partes finales en sagas populares basadas en libros (de más de una entrega) pueden quedar atrás.

Es cosa insoportable ver historias divididas que apenas funcionan en sí mismas para que los estudios puedan hacer más dinero. No se salvó Mockingjay (Sinsajo) de una primera parte lenta y con poca sustancia, aunque las actuaciones y dirección resultaron de buena calidad.

Llega, al fin, el desenlace de esa historia que tanto ha cautivado y que puede ser la adaptación más rescatable de la infinidad de sagas juveniles llevadas al cine.

Ahora, con la segunda parte, el crecimiento es claro y los temas llegan a un desenlace orgánico. Pero el problema de la separación sigue ahí y resulta difícil ver una película como una sola cuando el viaje emocional se ve dividido y, tal vez, no muy claro. Porque la comprensión de este final depende, en parte, del conocimiento previo de las películas anteriores, conocer a los personajes que se han vuelto tan queridos para el público a través de los libros y de las películas.

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Por suerte, la segunda parte de Mockingjay, aunque es la mitad y acto final de una historia, logra conservar la profundidad de sus personajes ya conocidos con sus respectivos viajes emocionales. La debilidad está en los nuevos personajes que recién son introducidos y dejados de lado, donde apenas tienen una escena que servirá para explicar la trama que debe avanzar. Esto no es del todo problemático, pero aquí son tantos, que fácilmente quedan olvidados por el espectador y —peor— por la película. Es la cuestión de tener como prioridad el viaje de Katniss: por la magnitud del nombre de Jennifer Lawrence, el conjunto se ve opacado. Pero eso no le quita la inmensidad que tiene Lawrence en pantalla. Ella se adueña del personaje y lo representa con convicción y seriedad. Luego, es muy rescatable el trabajo de Josh Hutcherson, que la madurez personal se nota reflejada en su personaje, Peeta, cada vez más profundo. Y entre tanto otro nombre, Donald Sutherland se lleva las mejores escenas como el presidente Snow.

Por otro lado, las secuencias de acción acompañan bien los momentos de calma, con diálogos bien llevados y fotografía especialmente oscura que se vuelve más clara al final, dando la interesante transición: del peligro a la tranquilidad.

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Es entonces que la última media hora se vuelve la mejor parte, al retomar, con más detenimiento, los temas de la lealtad, política y deseos de poder que no se escapan de cualquier sociedad con necesidad de un líder. Son parte de la narrativa a lo largo de toda la historia, pero aquí cierra el círculo y proporciona lo más sustancioso del filme. Sosteniéndose, antes de concluir, en el amor, las incertidumbres del futuro, la esperanza de una vida de tranquilidad y las reflexiones del pasado que son las marcas para toda una vida.

La primera parte (dirigida por Gary Ross) parece ahora una versión muy indie de lo que se llegó a convertir la inmensa saga de Los Juegos del Hambre (donde, incluso, es la que lleva el nombre originalmente). Luego, el estilo visual de Francis Lawrence selló una madurez y quietud con Catching Fire, la mejor de las cuatro por funcionar, de manera excelente, como filme mismo y como parte del universo continuo planteado de la primera hasta la tercera.

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Ahora, con el cierre de Mockingjay (que podría verse como una muy larga película que puede funcionar mejor viendo las dos partes seguidas), el nombre de esta saga queda muy en alto no solo por su excelente tratamiento de temas y narrativa visual, sino porque de verdad sus cuatro filmes son entretenimiento bien hecho y no sería justo catalogarlo como del montón.

May the odds be ever in your favor!

Calificación: 7

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