Por Sergio Beeche Antezana
Llega el inicio de una nueva temporada, y con ella, volver a ver a personajes que extrañamos, emocionarse con la continuación de las historias que quedaron sin resolverse y considerar si vale la pena seguir viendo con las nuevas historias que traiga el actual año de la serie. Pero, para muchas, una nueva temporada puede significar la reinvención de lo que fue antes, sea por arreglar problemas de temporadas anteriores, personajes que no funcionaron o simplemente porque los años al aire ya pesan.
Este es el caso de dos excelentes series que regresaron hace unas semanas: The Good Wife, con séptima temporada; y The Leftovers, con su segunda.
Algo en común tienen estos dos programas esta vez: su revitalización.
Me explico.
Luego de una floja y hasta mediocre sexta temporada, los escritores de The Good Wife se vieron obligados a buscar una manera de avanzar la narración de manera que no se devolviera a las mismas andanzas de los primeros años, luego de sacudir todo durante la quita (la mejor) temporada en todos los sentidos posibles: muertes, renuncias, pleitos legales, amistades rotas y vueltas a enmendar. Esto porque toda la evolución que conllevan esos saltos y extremos narrativos, implica que los personajes ya no están en posición de volver a las decisiones y actitudes de, siquiera, el año anterior; la personalidad ha cambiado, las ideas ya no son las mismas. Es por eso que el dejar que Alicia tome iniciativas y tenga que asumir nuevos retos fuera de su zona de confort (es decir, la firma legal y oficinas y escenarios conocidos) era el paso necesario para que la serie no se viera afectada por la cantidad de años que lleva al aire. Pocos programas con guion llegan a tener esta longevidad y no caer en repeticiones o pérdida de audiencia por estar cansada de ver siempre las mismas personas o historias en situaciones similares al pasado o contadas apenas un poco diferente.
Hay que tener claro que la producción de The Good Wife está mucho más restringida por el canal que la produce. Los requerimientos de producir veintidós horas en menos de un año, mantener la premisa y estilo semanal, entre otras, son las pautas para que la serie sea parte de la firma del canal, a la hora de mantener su audiencia. Por suerte, esto no ha detenido a Robert King y Michelle King, creadores de la serie, de cruzar la línea y atreverse a presentar temas y conceptos muy atrevidos y bien planteados que generalmente no se ven en series así; no solo en estilo visual y musical, sino en la manera de presentar cada semana un episodio con un formato fuera de los común a los episodios más serializados, tipo NCIS, Criminal Minds o CSI.
Por otro lado, y al estar en un canal pagado (HBO), The Leftovers no tiene esas mismas limitaciones creativas y maneja la posibilidad de utilizar más presupuesto en solo diez episodios que tiene cada temporada. Pero no deja de lograr el mismo nivel de profundidad en sus propias temáticas y conceptos, de una manera diferente claro.
En su segunda temporada, la reinvención es completa. El tono melancólico se ha ido, el sobre dramatismo de los personajes y la exageración del culto de la primera temporada se han ido para dar paso a una idea diferente de lo que podía significar un “arrebato” del dos por ciento de la población del planeta. Hasta la secuencia inicial de créditos es completamente distinta.
Lo mejor es que las ideas principales siguen ahí: el sentimiento de pérdida, la necesidad de sobrevivir las crueldades del mundo, las injusticias de la vida, los diferentes matices de la fe; todo permanece como base fundamental temática de la serie, ahora más estilizada y más extraña que nunca. Porque muchas veces no es necesario que pase el tiempo para darle un nuevo aire a la serie que puede llegar a revitalizarse solo con descubrir las partes que pueden funcionar más “aquí” que “allá”.
A eso le sumamos el cuidado por los detalles que podrían o no explicarse o entenderse a través de la temporada, dejando al espectador, la mayoría de las veces, más confundido al final del cada episodio. Esto gracias a la genial mano creativa de Tom Perrota, escritor de la novela original, y Damon Lindelof, una de las mentes maestras detrás de Lost.
Entonces, quedan advertidos a buscar estas dos excelentes producciones, por sus temas, actuaciones, aspectos técnicos (no siempre analizados en series de tele), por ser verdaderamente entretenidas y esperando que hayan llegado para quedarse, The Leftovers y The Good Wife vuelven, una vez más, a deleitar a aquellos que disfrutamos de buenas historias semanales que demanden un poco más que solo sentarse a verlas los domingos por la noche.