Inside Out deleita en historia, narración y emoción

Por Sergio Beeche Antezana

Una de las ventajas de los filmes de animación es poder llegar a esos lugares que no se ven fácilmente en los dramas o siquiera en las películas de acción; es encontrarse con mundos imaginarios y llevar al espectador donde las cámaras convencionales no pueden llegar. El estudio de animación Pixar logra eso con mucha eficacia en el campo de historias originales, especialmente hasta su décimo filme, Up!, de Pete Docter; siempre manteniendo un nivel de animación visual de excelencia.

Llega ahora, luego de dos años de no estrenar ningún filme, Inside Out (Intensa-mente, 2015), también de Pete Docter, una película genial, llena de imaginación y con eficacia narrativa que deleita hasta con el detalle más pequeño que muestra.

«I think being a parent, has affected every film I’ve worked on» – Pete Docter

Adentrándonos al interior de la mente, la historia de Inside Out sigue a las emociones de una niña de 11 años, Riley, que se muda a la ciudad. Alegría, Tristeza, Enojo, Miedo y Desagrado son partes de la personalidad humana, pero aquí tienen personalidad propia y son el centro de la acción, la aventura que abarca gran parte del filme podría verse como aquello que sucede naturalmente dentro de nuestra mente pero protagonizado por figuras antropomorfas de emociones abstractas. ¡Genial!

Como metáfora de eventos que nos definen de pequeños, las transiciones de maduración, el paso a la adolescencia, los recuerdos que nos llenan de alegría o nostalgia y esos detalles que nos hacen ser quienes somos, Inside Out cobra vida y mantiene un alma que transmite emocionalidad pura, totalmente humana, sin ser cursi o cliché en ningún momento. Además de mostrarse con humor preciso, para adultos y niños, quienes entenderán cada diálogo y aventura de maneras totalmente diferentes. Aspecto que la hace aún más valiosa. Docter lleva su historia sin un solo hueco en su trama y con las imágenes coloridas que parecen simples, pero guardan sus particularidades especiales (si se fijan bien, las emociones no tienen cuerpo, por lo que sus bordes no son delimitados, sino, pequeñas partículas).

Ese es uno de los logros más grandes del estudio Pixar (rescatable, también, en sus demás filmes): el balance y cuidadoso delineamiento de sus historias con los diferentes elementos que la componen. Así, la estructura narrativa nunca pierde foco y todos los encuadres mantienen un impecable diseño del espacio; o sea, los escenarios creados para el relato. Lo que lleva a un conjunto que tiene su acción en el centro, pero se sabe que un trabajo creativo mucho más grande se esconde detrás.

Pero, además, lo que vemos en la “superficie”, esas partes convencionales de una película, llega a ser de inmensa calidad por igual: la música puntual de Michael Giacchino, por ejemplo, y las actuaciones vocales (en inglés, eso sí) que brindan el extra de magia a estos personajes; no serían lo mismo sin esa característica de personalidad para cada uno de los diálogos.

Llegando —y, la verdad, también, sin llegar— a todo su potencial, Inside Out brilla con sus colores y envolvente historia que va desde lo técnico a lo emocional con delicadeza y determinación en cada una de las imágenes proyectadas. Por eso, y mucho más, se convierte en una de las mejores películas del año.