A los 63 años, el famosísimo y muy reconocido actor Robin William fue hallado muerto en su casa en California. ¿La razón? Aparentemente después de meses de sufrir y batallar contra una terrible depresión, el actor no pudo luchar más y murió de un suicidio por asfixia.
Un hombre que nos hizo reír con sus ingenuidades y llorar con papeles realmente profundos; un hombre que para el mundo aparentaba ser tan feliz como Patch Adams y que lastimosamente se despidió de este mundo como en What Dreams May Come. Crecimos con él. Nos hizo soñar con mundos imaginarios y puertas a realidades alternas en su interpretación de Allan en Jumanji, un hombre que llevaba desaparecido 25 años ya que se encontraba encerrado en este mundo surreal y que luego es rescatado por los hermanos Sheperd. Con Jumanji (1995) conocí a Williams a mis cortos 8 años y desde entonces fue fácil para mí, y para miles de niños, simpatizar con el carismático actor.
Años más tarde, y con un poco más de edad, vi lo que sería una de las películas más inspiradoras e importantes para mí, en la cual el actor nos presenta al señor Keating, un profesor de inglés que incentiva a sus alumnos a romper el status quo, a dar lo mejor de ellos mismos, romper las reglas y encontrar su propio camino en la vida. El señor Keating cambió la vida de sus alumnos, y definitivamente elevó disparatadamente nuestras expectativas de lo que sería tener un profesor perfecto en Dead Poets Society o La Sociedad de los poetas muertos (1989). Nunca olvidaremos cuando todos sus alumnos, para despedirlo, se subieron en sus escritorios y recitaron en unísono las palabras del poema de 1865 de Walt Whitman «Oh Captain, My Captain».
En 1990, Robin Williams aparece en la hermosísima película «Awakenings» junto al muy talentoso Robert DeNiro, basada en una historia real. Williams retrataba a Malcom Sayer, un neurólogo que en 1969 descubre los beneficios de una nueva droga (L-Dopa), la cual le suministraba a una serie de pacientes catatónicos que había sobrevivido una epidemia de Encefalitis Letárgica, entre ellos Leonard Lowe (Robert DeNiro). El doctor tiene éxito, aunque de manera pasajera, con sus experimentos, y logra devolver a la realidad a sus pacientes. Una película esperanzadora, que despertó los sentimientos y avivó las lágrimas de muchos, tanto que fue nominada por tres premios de la Academia.
Para 1992 fue la voz del genio más querido por los niños alrededor del mundo en Aladdin. Dato que no muchos conocían (especialmente en Latinoamérica donde recibíamos la versión doblada al español).
En 1993 lo conocimos con Mrs Doubtfire, comedia ganadora de un Oscar y un Globo de Oro (aunque usted no lo crea). Una aparición que posiblemente le dio esperanzas y cautivó a miles de niños (y adultos) provenientes de familias separadas por el divorcio. En la película, Robin encarnaba a un padre que después de divorciarse de su esposa y de que el juez le diera a esta la custodia total de sus hijos, decide disfrazarse de niñera y empezar a trabajar en la casa de su ex-mujer para ver a sus hijos más a menudo. El padre tiene la esperanza de rescatar su matrimonio, sin embargo esto no sucede y más bien lo descubren y le prohíben ver a sus hijos sin supervisión. Descuiden, tiene un final feliz. Una comedia algo torpe pero graciosa y otro lanzamiento de Williams que nos hizo quererlo cada vez más.
Para 1996 y 1997 fue una época movida para uno de los actores más icónicos de la década de los 90s, donde apareció en buenas y malas películas. ¿Malas? Flubber (1997), por sobre todas las cosas, donde representaba al profesor Philip Brainard, un científico que desarrolla una materia gelatinosa con vida propia (sí, y eso recaudó 117 millones de dólares).
Pero bueno, en 1996 aparece Jack, una película de Francis Ford Coppola, aplaudida por muchos niños de los 90, donde el protagonista envejece 4 veces más rápido de lo normal, debido a una condición genética. Una drama-comedia, que nos hacía reír y a la ver simpatizar con los sentimientos del pobre niño grande.
En 1996 también apareció en la comedia épica «The Birdcage» o «La jaula de las locas» para Latinoamérica, donde actúa como el padre gay de un muchacho heterosexual que está a punto de contraer matrimonio con la hija de un senador súper ultra conservador, por la tanto él y su pareja fingen no estar casados ni ser gais, pero rápidamente se desataría una cadena de eventos desafortunados que rompería con todo el teatro.
Pero especialmente, para esa época, aparecería en la muy aclamada por la crítica Good Will Hunting, la cual tuvo 9 nominaciones a los Óscar y ganó dos de ellos: uno al mejor guión original, para Matt Damon y Ben Affleck y el otro al mejor actor de reparto para Robin Williams. En la película, Williams encarna a Sean Maguire, un muy empático (y definitivamente paciente) profesor de psicología, que trata a Will, un joven genio con dificultades sociales, a superar sus mecanismos de defensa y abrirse en muchas complicadas sesiones de terapia. En la película no solo Will (Matt Damon) tiene problemas, si no que ambos -por medio de una relación doctor – paciente, se convierten en amigos y descubren sus más íntimos, oscuros y tristes secretos y memorias, que finalmente aprenden a conllevar y tratar de superar juntos. Peliculón. ¡Si no la han visto, está en Netflix!
Después de esas películas, Robin Williams continuó con su carrera y participó en muchísimas otras, entre ellas algunas bastante populares como Patch Adams, un éxito de taquilla, basado en la historia del Dr. Hunter «Patch» Adams. Mucha gente amó esta película, y obviamente le brindó más carga empática a Williams, sin embargo a mí me aburre, entonces no hablaré mucho más del tema. Pero de que es linda, ¡es linda!
Para esa temporada apareció una de mis películas favoritas del actor, si no mi favorita: «What Dreams May Come» (1998). ¿Por qué es mi favorita? Porque posiblemente desde los primeros 10 minutos de verla uno no puede parar de llorar (y el que diga que no llora no tiene corazón). Es gracioso que sea de esas películas que a pesar de que uno ya conoce todo el argumento y puede haberla visto decenas de veces, siempre surte el mismo efecto en mí. Una de las películas más tristes de la historia, sin duda. En ella, el actor personifica a un hombre (Chris Nielsen) que pierde a sus hijos en un accidente, y luego pierde a su esposa, a quien lucha hasta la muerte por recuperar y volver a enamorar. No diré más. Si no la han visto véanla. No solo es un drama fuerte, si no que hasta ganó un Oscar por Mejores Efectos Visuales. Una dirección de arte maravillosa. Recomendada por siempre. (También está en Netflix).
Con los años, Robin Williams continuó con sus éxitos de taquilla, como «Bicentennial Man» (1999), una obra de ciencia ficción que explora muchos sentimientos de la profundidad del ser humano, como la esclavitud, prejuicios, madurez, libertad intelectual, el sexo, el amor y la muerte. Sinceramente no me gusta mucho (casi nada), pero si eliminamos los diálogos «cheesy» y los robotcillos tontones, plantea argumentos bastante válidos y es definitivamente es una obra muy interesante. Es (casi) necesario verla alguna vez en la vida.
Entrando a la decada del 2000, Robin se enfrentó a retos más maduros y personajes un poco más serios y acordes a su edad, como en Inteligencia Artificial (2001), One Hour Photo (2002), The Final Cut (2004) y la «algo triste» August Rush (2007); y tuvo luego varias apariciones en películas para niños como: Happy Feet (2006) y Night At The Museum (2006), entre otras.
Definitivamente hoy perdimos a uno de los grandes, a un ícono de toda una generación que creció con sus chistes, sus sonrisas y su niño interno, que a menudo sacaba a jugar cada vez que realizada una película.
Robin Williams no solo fue un actor: Fue nuestro profesor favorito, el doctor que en diferentes ocasiones nos brindaba esperanza, el niño que no quería seguir creciendo, la niñera que todos quisimos tener y el padre y esposo que viajaría hasta lo más profundo del infierno y volvería solo para recuperar a su familia. Muchas emociones, muchos recuerdos en un solo hombre que encarnó tantísimos hermosos personajes encantadores e inolvidables. Con cada una de sus películas nos recuerda una cosa: Está bien seguir siendo niño por siempre, está bien vivir de sueños y fantasías, y mejor aún hacerlas realidad.
Jamás será olvidado. Seize the day.