“Durante miles de años, tipos como nosotros han sido marginados. Pero ahora, por primera vez, estamos viviendo una era en la que podemos estar en el poder y crear imperios.”
Con esas palabras, Richard busca persuadir a sus compañeros y socios potenciales para unirse a él en un proyecto que podría resolver sus vidas para siempre.
No puedo estar más de acuerdo con su discurso porque es verdad. La tele (como la vida real) solía relegar a los estudiosos, porque parecía que la receta era “más inteligente = más idiota” Pero los tiempos y la tele cambian. Hoy día los programas más populares tienen a algún cerebrito entre su elenco principal y esa es (o se acerca a) la fórmula mágica de audiencia.
Silicon Valley mantiene dividida a la crítica entre el amor y el odio. No es difícil entender al lado opositor: podríamos estar viendo una versión inflada e igualmente estereotipada muy a lo The Big Bang Theory con la diferencia de que los geeks pueden decir malas palabras porque es HBO. Pero también es difícil ignorar que estamos frente a una sátira bastante acertada sobre la dinámica que adoptan los habitantes del nido tecnológico más fecundo y reconocido del mundo: Silicon Valley en California.
En el show atestiguamos de manera cómica el endiosamiento de los CEO, el mesianismo corporativo, la competencia entre desarrolladores web, arquitectos de software y programadores (entre otros), situaciones bastante comunes en la cultura corporativa tecnológica. También va un poco más allá y ridiculiza las conocidas charlas TED sobre auto superación, la búsqueda del éxito de emprendedores con las ideas más tontas y los anuncios comerciales que nos venden productos cual maravillas celestiales.
En un plano más sensible, los protagonistas del show son personas comunes y corrientes que después de mucho esfuerzo quisieron seguir su sueño de producir algo, mejorar el mundo y construir su propia empresa: Pied Piper. A mi criterio, este es el elemento más importante de Silicon Valley, porque nos permite sentir una conexión, experimentar empatía y aprecio por el underdog, el perdedor que termina callando la boca de todos los demás.
En cuanto a su producción, Silicon Valley nace en la cabeza de Mike Judge quien además de ser el creador de Beavis and Butthead, escribió y dirigió Office Space y el film de culto Idiocracy. Como dato adicional, Judge ganó el Audience Award en el SXSW Film Festival de este año, gracias a Silicon Valley.
Mi gancho para el programa, además de Judge, lo constituyen Martin Starr (Bill en Freaks and geeks) y Zach Woods (Gabe en The Office). Un punto bajo para Silicon Valley es la ausencia de mujeres en papeles protagónicos (hasta el momento solo hay una, Mónica) y realmente espero que esto cambie próximamente.
La primera temporada de Silicon Valley consta de 8 episodios (del 6 de abril al 25 de mayo) y la semana pasada confirmé con alegría que HBO la renovó para una segunda temporada en el 2015.
Sería bonito que Silicon Valley continúe por algunas temporadas más, porque HBO ya me ha cancelado varios shows (Enlightened, Hello Ladies, Bored to Death) y mi corazón sencillamente no podría con otro.
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