Redactor invitado: Kenneth Villaplana
Ilustración por Kenneth Villaplana
Siendo un niño en los finales de los 70´s y principios de los 80´s, cuando aún era posible jugar en un las calles y estar hasta las tarde sin supervisión de ningún adulto, todas las tardes era obligación -casi religiosa, ver el bloque de fábulas de esa época. Ya fuera en Canal 7, Canal 4, Canal 6 o Canal 11, siempre había que sacar tiempo para ver aquellas animaciones que marcarían la vida de una generación entera.
Y es que no es para menos: si usted le pregunta a cualquier persona de una edad de 30 años en adelante, le podrá decir que vio: Candy, Candy, Capitán Raymar, Heidy, Mazinger Z, Marco, Bell y Sebastián, Ulises 31, entre otras animaciones que llegaban en idioma español pero con créditos en una escritura «extraña»: Japonés. Y es que la década de los 70´s vio nacer en Japón una serie de animaciones, que al menos en este lado del pacífico, siguen siendo hasta hoy íconos de toda una generación. Entre dramas, risas, lágrimas y aventuras; muchos nos embarcamos en la nave de Raymar para surcar el espacio o nos trasladábamos hasta Suiza para comer queso fundido sobre un trozo de pan con leche caliente casi sin masticarlo, tal como lo hacía Pedro.
En Japón, cuando un manga (historieta) tiene una buena aceptación de parte del público siempre hace el brinco del papel al celuloide para convertirse en animé (palabra adaptada al japonés del idioma francés). En esa época de 1970-1980 en Japón existían pocos estudios de animación(como Estudio Ghibli), pero sí se producían animaciones para la televisión y también para formato de cine. Casi siempre las transmitía la estación estatal japonesa NHK, y es de esta manera, que empiezan a llegar hasta América.
Si tuviera que escoger entre las más destacadas o más recordadas, creo que atinaría cuando digo que Heidy, Mazinger Z, Candy Candy, Ulises 31 y Capitán Raymar (conocido en otras latitudes como Capitán Harlock), conformarían ese selecto quinteto que merecen una mención aparte.
Y voy a comenzar con Candy Candy: El argumento y la trama de Candy son dignos de las más serpenteantes producciones de Televisa pero con la ventaja de que la cuota de drama o tragedia está presente en toda la serie: desde la muerte de su amado Anthony, el desencuentro amoroso con Terry, hasta la muerte de su mejor amigo Alistir como piloto en la Primera Guerra Mundial. Y su final no podía ser mejor: Candy se queda sola. ¿No es eso una genialidad? Hacer sufrir al personaje más allá del final y no saber qué sucede con ella. Candy nunca pudo «disfrutar la alegría de la juventud» como una chica normal.
Heidy: De verdad que los dibujantes japoneses se dieron una vuelta por los Alpes Suizos cuando hicieron Heidy porque en cada escena y paisaje nos trasladan hasta Suiza, con sus costumbres, sonidos y hasta su comida. Excelente adaptación del cuento infantil de la escritora suiza Johanna Spyri. Si algunos de los lectores no han visto Heidy porque lo considera muy «ridículo e infantil», los invito a que lo reconsideren y luego hablamos. Hasta el más «macho y viril» que haya visto Heidy, tragó grueso cuando su tía se la lleva de los Alpes, con engaños, hasta la ciudad alemana de Frankfurt. Y más aún cuando Heidy vuelve a Los Alpes al encuentro de su amado abuelo.
Ulises 31: Si tuviera que definir Ulises 31 con una sola palabra sería: Envidia. Sí, admito que tengo envidia porque cuando pienso en la gente a la que se le ocurrió la idea de mezclar las andanzas de Ulises (Odiseo) con tecnología del Siglo XXXI en el espacio, solo pienso eso: «¿Porqué yo no tuve esa idea? Qué envidia me da». Y es que desde cualquier punto que se le mire, Ulises 31 es una genialidad. El trazo que los japoneses utilizaron para dibujar los personajes nos remite inmediatamente a las esculturas griegas que hemos visto en libros de historia del arte. La nave de Ulises es un gran ojo que busca la ruta hacia la Tierra, al encuentro de su amada Penélope y lo hace a través del Universo del Olimpo (una suerte de universo paralelo) en el cual han caído tras la maldición de los dioses.
Capitán Raymar: Si ustedes le preguntan a cualquier mujer sobre el Capitán Raymar, todas, o al menos muchas, suspirarán y dirán: «¡Qué hombre!» y es que Raymar es de los pocos hombres, si no el único, con un parche en el ojo y una cicatriz en la cara que hace suspirar a tantas mujeres. La historia del Capitán Raymar, fácilmente, puede competir con el mejor argumento de Hollywood. La raza humana, perdida y desentendida, viviendo una existencia fútil en en el año 2977. A nadie le interesa nada, ni le importa nadie. La raza humana ha perdido todo el valor por la vida, pero Raymar aún encuentra dentro de su «duro» corazón una razón para salvar este inmundo planeta de una invasión alienígena liderada por una bella mujer.
Mazinger Z: ¡Mi héroe favorito! ¡La fábula que marcó mi infancia! A Go Nagai (creador de Mazinger Z) le debo mucho: mis primeros dibujos en la escuela, mi obsesión por los robots, mi gran admiración por la cultura nipona y mi gusto por la animación, en particular la japonesa. Mazinger es una palabra que en japonés significa, algo así, como «Dios/Demonio» y es que todos recordarán al inicio de la serie que el abuelo de Koji Kabuto (operador de Mazinger Z) le dice, que con Mazinger Z, él (Koji) puede convertirse en un Dios o un Demonio, puede salvar al mundo o destruirlo. Si bien es cierto que Mazinger Z tiene una alta cuota de violencia gráfica, no se puede negar que es una fábula de acción en la cual Koji siempre encontraba la manera de derrotar a las bestias mecánicas enviadas a destruir Tokio por el Dr. Hell, casi siempre después de perder una primera batalla y analizar el por qué la había perdido. Y si con toda la violencia gráfica y el drama no bastara, a Mazinger Z lo destruyen al final de la serie, presentando y dando inicio a una nueva saga con el Gran Mazinger.