“Este mundo está compuesto de tantas vueltas y enredos, que nunca sabemos si tenemos buena o mala suerte hasta que develamos todas las tramas»
-La señorita Pony
Está bien, creo que soy masoquista. Después de veinte años (o más) decidí ponerme a ver Candy Candy. Resulta que no sólo es como la recordaba de dramática, si no que creo que yo ahora soy un poco más llorona y sensible, eso puede ser una combinación perfecta o una combinación terrible. En este momento voto por perfecta.
No sé qué recuerdos tendrán de Candy Candy o si algunas vez la pudieron ver. Es un anime que salió a finales de los años 70, o sea, tiene rato de andar por ahí y ha visto infinita cantidad de traducciones y emisiones. Hay que aceptar que es anticuado, pero hasta cierto punto eso es parte del encanto que tiene, que es, a fin de cuentas, una serie cargada de inocencia e ingenuidad.
Candy no es para todos y tengo que admitir que de pequeña yo a ratos le perdía la paciencia. Sin embargo, ahora comprendo que era principalmente frustración, porque Candace White Adler, es una persona demasiado buena, que tiene una vida bastante realista dentro de la evidente exageración que se puede esperar en un anime.
Básicamente tiene todos los elementos de un drama clásico: la heroína es una niña huérfana, la adopta gente muy mala, su primer amor termina de manera trágica, su segundo amor también… en fin, podría seguir por horas, pero creo que dejé claro mi punto. Candy no obtiene todas las cosas buenas que se merece, ni de cerca. El valor de la serie está en que precisamente eso no es ninguna tragedia para ella. El anime, siendo tan infantil como dramático, comparte una lección bastante compleja y dura: pase lo que pase, la vida sigue.
Recuerdo que cuando la vi por primera vez tenía unos 6 o 7 años y no sabía nada de la vida (no que ahora sepa mucho). Pero mientras a esa edad sólo quería que a Eliza y Neil Legan los aplastara un piano y Candy viviera para siempre en su rosal con Anthony, con los años que me han caído encima, puedo notar otros detalles. Uno de estos detalles es la gran injusticia del medio adulto en el que vive Candy, que son los verdaderos culpables de sus desavenencias.
Ciertamente una historia bien contada puede apelar a públicos de todas las edades y obtener reacciones igualmente poderosas de todos ellos. En fin, eso me pasó con Candy Candy en esta segunda revisión a mis casi treinta años.
