El optimismo es algo que últimamente se ha estado perdiendo en nuestras cualidades. Todos somos un poco cínicos de vez en cuando, aunque con toda la razón. Los tiempos han cambiado, la gente y sus intenciones ya no son lo que solían ser. El mundo está cambiando muy rápido y el mecanismo de defensa más sencillo es aparentar ser cínico para de esa forma no dejarse conocer debilidades.
Y es que, ¿quién puede mantenerse optimista en un mundo de estos?
Aquí entra Jeff Pickles, quien ha sido anfitrión de un exitoso programa de títeres para niños por treinta años. Es posiblemente la persona más optimista que podrían conocer. Un Mr. Rogers si lo quieren ver de esa forma. Tiene esposa y dos hijos. Está en el mejor momento.
Sin embargo, después de un trágico accidente en su familia, poco a poco el mundo de Mr. Pickles se empieza a desmoronar, descubriendo poco a poco el lado oscuro de la vida con el que nos enfrentamos día a día y que él prefería simplemente ignorar por estar en una burbuja de felicidad y optimismo. Drogas, alcohol, adulterio, sexo. Temas que simplemente no le daba el interés necesario.
Y ahí es donde empieza esta historia.
Una premisa que da mucho para explotar y por fortuna, hasta el momento, casi llegando a la mitad de la temporada, lo han hecho de una forma increíble.
Jim Carrey interpreta a Jeff Pickles con una comodidad sin igual. Puede que no sea el Jim Carrey que recordemos en Ace Ventura o Dumb and Dumber pero sí uno que tal vez nos recuerde a su trabajo en Eternal Sunshine of The Spotless Mind, (película dirigida por Michel Gondry, ahora productor ejecutivo en Kidding), explotando ese lado dramático. No me sorprendería que llegara a tener incluso una nominación por este personaje.
Pero las magníficas actuaciones no terminan ahí. Desde darle más protagonismo a una actriz que a mi parecer es muy subvalorada como lo es Judy Greer, la ex esposa de Jeff (y vaya que se luce), al igual que Catherine Keener y Frank Langella, siendo la hermana y el papá de Jeff quienes también tienen su rol en el programa siendo la creadora de los títeres y el productor ejecutivo respectivamente y en serio no tengo palabras del nivel de actuación que están dando. Esa química que solo una familia real tendría. Como si en serio han estado trabajando en esto desde hace treinta años.
Lo que me encanta de la serie, es que hay momentos difíciles para todos los personajes, ya que cada uno tiene su propia crisis y el espectador, o al menos yo, sólo espera el momento en que la bomba de presión por fin estalle.
Sin embargo, la serie como tal no se siente tan triste o depresiva por el uso de la comedia, similar a lo que dijo Hannah Gadsby en su especial de Netflix, Nanette, donde admitió crear una tensión más y más grande y luego daba un chiste para disipar dicha tensión y eso es lo exactamente lo que hace esta serie, de la mejor forma. A pesar de que el mismo humor en ocasiones tiende a ser un poco oscuro, pero esto se agradece.
El guion hasta el momento también ha sido creado para que cada personaje y cada historia tenga un protagonismo necesario y bien balanceado. También por la audacia de los guionistas al no quedarse a medias con lo que enseñan, sin importar la eventual reacción de la audiencia. El programa llega a ser un poco sombrío en ocasiones y no se disculpa por eso.
Incluso la dirección en todos los episodios tiene algo especial. Desde cuando estamos hablando de lo que sucede en el programa con los títeres a una escena en el tercer episodio que no he podido sacarme de la cabeza desde que la vi.
Simplemente magnífico el trabajo de todo el equipo, aquí:
En The Killing Joke, el famoso cómic de Batman escrito por Alan Moore, el Joker decía que solo tomaba un mal día para que el hombre más sano caiga en la locura. Pero, ¿qué pasaría si no es solo un día sino más bien una mala racha?
Siento que esta es otra de las mejores formas de describir a Kidding. Y si sigue manteniendo este paso, puede que sea una de las mejores series del año, sin ninguna duda.
