Si están pendientes de las redes sociales, quizás hayan podido notar que muchos y muchas mencionan a La casa de papel (Money Heist por su título en inglés) seguido de palabras como “increíble”, “necesito más”, etc. Ahora llegó mi turno de sumarme a la conversación de esta serie creada por Álex Pina.
Para empezar, hay que aclarar. NO es una serie original de Netflix, a pesar de que ellos ya hagan tendencia por incrustarle su logo a cualquier serie que logren distribuir internacionalmente. Es de Antena 3, y sus primeros 9 episodios de 90 minutos se estrenaron en mayo y junio del 2017. Netflix re-editó esos 9 para convertirlos en 13, que son los que están en la plataforma. Los 6 episodios restantes (que hay que conseguir por otros medios, y logré ver para completar esta reseña) estrenaron en octubre y noviembre. Ya está siendo catalogada como una de las series de ficción más exitosas que hayan salido de España.
El Profesor (Álvaro Morte) es el auto proclamado cerebro y líder de esta banda de renegados, al irlos reclutando uno a uno. ¿Con qué propósito? Para entrar a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, e imprimir su propio dinero (y así, técnicamente, no robarle a nadie) con una ejecución milimétrica, calculando cada detalle gracias a su mente brillante. Sin embargo, sorpresas siempre hay, junto con variables que no se podrían haber tomado en cuenta (al verla, sabrán a cuáles me refiero).
Con sus trajes rojos y máscaras de Dalí, tomarán rehenes para ayudarles en la labor a lo largo de 5 días, vestirlos igual a ellos y hacerse con 2400 millones de euros. Algo está claro: no deben haber víctimas. En el primer episodio, se nos introduce a todos los integrantes (tal vez inspirada por Reservoir Dogs, en dónde los asaltantes se hacían llamar por nombres de colores, en La casa de papel sus alias son nombres de ciudades).
Berlín (Pedro Alonso), iracundo, jefe al mando una vez dentro de la fábrica. Brutal y directo, es especializado en robo de joyas.
Tokio (Úrsula Corberó), fugitiva, rescatada por el Profesor al verse envuelta en un tiroteo. Tokio es la narradora de la serie.
Denver (Jaime Lorente), impulsivo ex drogadicto, siempre dispuesto a agarrarse a golpes para salirse con la suya.
Moscú (Paco Tous), padre de Denver, minero y trabajador del metal, el de mejor corazón.
Río (Miguel Herrán), el más joven del grupo, programador y hacker oficial quien sostiene una relación con Tokio.
Nairobi (Alba Flores), cotizada y ambiciosa falsificadora, con un fuerte carácter.
Helsinki (Darko Peric) y Oslo (Roberto García), ex soldados serbios y la fuerza bruta en la operación.
La inspectora Raquel Murillo (Itziar Ituño) es la responsable policial del secuestro, y la investigación le cayó en el peor momento, pues su ex marido le está tratando de arrebatar la custodia de su hija, luego de juntarse con su propia hermana. Su determinación la hace destacar como un resiliente personaje, pues quiere sacar la tarea a cualquier costo.
Los rehenes más destacados son Arturo Román (Enrique Arce), director de la Fábrica Nacional de Moneda, Mónica Gaztambide (Esther Acebo), su secretaria/amante, y Alison Parker (María Pedraza), la hija del embajador británico y la ficha clave en el grupo de secuestrados.
Sumamente episódica, la serie logra que cada capítulo se destaque por algo inesperado que A) logra complicar más las cosas, o B) le otorga más complejidad a los personajes. Y a eso quería llegar, para ser solo una temporada, logra brindarles a todos su momento para brillar, pues cada uno tiene algo que aportar, no solo en cuanto a sus capacidades. Se nos van revelando, a modo de capas de caracterización, sus motivaciones personales para verse involucrados en el atraco. Nairobi quiere salir a recuperar a su hija, Tokio quiere superar la muerte de su mamá, Río está experimentando su primer e intenso amor, Moscú se quiere retirar luego de completarlo, Berlín no tiene nada que perder gracias a cierta revelación por ahí, etc. El arco de todos está bien construido, y no hay piezas sobrantes.
También me gustaría hacer mención especial al director de fotografía y a los guionistas, por las secuencias de acción tan bien logradas, y por saber generar tanta angustia y tensión cuando me decía a mí mismo: esto no lo veía venir. Los diálogos no me molestaron en lo más mínimo tampoco: rápidos, fluidos y hasta ocurrentes en una u otra ocasión.
Es una crítica bastante directa al patriarcado, al capitalismo y la corrupción en puestos de autoridad, con el mensaje controvertido del Profesor siempre presente: ellos nos empezaron robando a nosotros. Si hay algo para examinar son las subtramas amorosas, que obstruyen un poco el hilo narrativo y también la manera inverosímil en cómo se resuelven algunas cuestiones, pero acordémonos que es televisión y su propósito de entretener lo tiene clarísimo. Te mantiene al borde tu asiento y es ideal para un maratón. Si les gustó Prison Break, al menos en sus primeras temporadas, esta es para ustedes. También, si les cuesta darle la oportunidad a series extranjeras, La casa de papel puede ser un buen punto de partida. Se sentirán satisfechos al final, eso casi que lo puedo prometer.