Cuando las historias son más íntimas o están basadas desde perspectivas personales, el resultado siempre tiende a ser más interesante. Se abren paso series como Louie, Atlanta y Better Things, que muestran lados más despreocupados antes de los conflictos grandilocuentes o exagerados. Sus núcleos son los personajes junto con aquellas dificultados personales que deben enfrentar como personas. Llega, para acompañar ejemplos tan excelentes, SMILF, serie que, créanme, es muchísimo más que su curioso título (siglas que dejaré que descubran qué significan solo con ver el primer episodio).
La premisa poco complicada permite que el enfoque quede siempre en la lucha por sobrevivir de Bridgette. En cómo su mundo se expande y dinamiza con cada episodio que pasa. La sencillez de la trama profundiza en los aspectos que se quieren representar; algunos rudos, otros más serios. Salida de la visión creativa de Frankie Shaw (Mr. Robot), quien también es la protagonista, SMILF es compasión y visión maternal despreocupada, pero llena de amor incondicional. Cuenta el poyo del papá y la novia de él y la amena compañía de la abuela (irreconocible Rosie O’Donnell), personajes secundarios vitales y desarrollados muy bien desde la perspectiva principal.
A Bridgette le gusta jugar básquetbol, fumar de vez en cuando y es excelente haciendo las tareas y ensayos de los hijos de la casa millonaria donde es tutora. El viaje narrativo y personal queda ligado a los anhelos y luchas constantes que surgen en su vida. En algún momento, cuando alguien se lo sugiere, Bridgette se da cuenta de que no sabe cuál es su sueño. Al descubrirlo, esa alegría de saber que puede hacer algo diferente y sentir que es feliz con aquello que desea, queda mejor dimensionada como personaje. Con eso definido, el resto de la serie puede desarrollarse por sí sola. Ella es el componente clave para que SMILF tenga un alma luchadora, como serie y como historia.
¡Y es muy graciosa! Los cambios de estilo y de ritmo juegan con la realidad que vemos a través de los ojos de Bridgette. Ella es el centro de la historia; Larry, su hijo, es el centro de su mundo; y nosotros, los que la vemos, la compañía en su viaje de supervivencia y experiencias que la moldearán como persona. Su personalidad es desarrollada poco a poco con situaciones jocosas y diálogos brillantes. No sin antes dejar claras sus denuncias y defensas de la justicia como seres humanos que somos. SMILF es serie claramente feminista (y muy valiente al demostrarlo).
La edición e imágenes cuentan con suficiente personalidad como para saber que seguimos a Bridgette y a Larry en su camino por la vida. Al mismo tiempo, la cámara conserva su distancia para darle el aspecto formal que la destaca con suavidad y elegancia. Es una suerte que a los escritores (Shaw incluida) no se les escapa ni un solo detalle dentro de la continuidad de la serie. A la vez, cada entrega semanal es un gusto de observar como arco narrativo por sí solo: desarrollo, problema y resolución. Todo eso con un toque de tono más atrevido, para ser parte de la firma sin tapujos de la cadena que la produce (Showtime).
Así, dentro de ese mundo de las clase baja que debe luchar por sobrevivir, las familias diferentes destacan y aportan un aire más crudo de la realidad, por más cómico que se muestre. SMILF tiene esa característica, pero siempre cuidando la empatía por sus personajes. En cada circunstancia, cada conflicto y cada discusión, al final, gana el cuidado y cariño por el pequeño Larry, quien siempre tiene lo que necesita: prueba contundente del amor que le rodea. Así, entre locuras y atrevimientos (y con una segunda temporada asegurada), les queda el disfrute absoluto de esta pequeña y audaz serie.