It: ¡tú también flotarás!

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

Las veces que un filme de terror asuste al espectador más experimentado será porque sabe construir bien sus sustos alrededor de una trama creíble dentro del universo imaginado; casi siempre, sobrenatural. Otras veces, el terror es, más bien, la alegoría de los conceptos planteados en una historia que recurre a imágenes y sonidos para estimular ciertas reacciones y aceleración del pulso con tensión y suspenso. Por la manera en que plantea y representa su historia, el segundo es el caso de It (Eso), la primera adaptación cinematográfica de la popular novela homónima de Stephen King.

It
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Con It, la expectativa está clara: se quiere ver al payaso diabólico espantar a un grupo de niños que viven en el pueblo ficticio de Derry. Las razones por las cuales se da la aparición de este ente nunca se explican totalmente, pero no hace tanta falta: los horrores cobran vida cuando están ligados a la realidad de los personajes. Se trata del mundo de la niñez y la contraposición que surge ante el mundo de los adultos. Una historia coming of age que une a los chicos rechazados y les da la oportunidad de encontrar una identidad de grupo y protección entre ellos.

Con un excelente prólogo que transcurre bajo la lluvia, con apenas dos personajes (¡cuidado con la oscuridad de las alcantarillas!), la película se apropia de una situación y la convierte en el centro de atención y triunfa en momentos individuales para poder funcionar como un todo. De ahí su buena edición: ingeniosa construcción por escenas y secuencias individuales. Su director, Andi Muschietti, sabe manejar los puntos de vista para crear perspectivas y subjetividad al enmarcar el encuadre con cada uno de los personajes. Muschietti coloca la cámara con cuidado y elegancia y consigue la atmósfera que nunca desentona entre el suspenso y las partes más tranquilas e iluminadas.

Tal vez, It, el filme, peca de no confiar mucho en su audiencia y acude a ciertos diálogos de exposición de más, con el fin de justificar los avances de la trama y desarrollo de los acontecimientos. Es cuando su subtexto queda olvidado en escenas apenas escuetas con los padres de los niños, esos que se perfilan como la amenaza (–real–) menos explícita, una no tan fácil de vencer. A pesar de que las figuras de “los mayores” forman parte de esas pocas escenas que no llevan a nada, quedan como los miedos bien delimitados, al menos, para entender las diferentes versiones y orígenes del terror individual que tienen los niños principales.

It
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Aquí, los sustos no son siempre de golpe. El viaje narrativo es el de unirse a los personajes y acompañarlos a encontrar y vencer el ente que los aterroriza. Surgen los conflictos entre amigos y diversas circunstancias añadidas al sentido de aventura que se puede tener cuando un grupo de amigos se reúne para pasarla bien durante el verano. Así, las partes más interesantes del metraje son las que muestran la fortaleza de la unión y la perseverancia para lograr vencer los miedos (sin importar de dónde vengan) que intentan separar a los amigos que queremos ver triunfar.

Entonces, It destaca aún más, no tanto por sus adecuados efectos especiales o escenas de miedo (todas buenas), sino por sus actores. Los chicos perdedores (The Losers Club) y sus dinámicas terminan siendo la mejor parte de la película. El grupo de menores —actores desconocidos para muchos— impresiona con la calidad de sus actuaciones y compromiso con cada papel (sobresalen Sophia Lillis y Jaeden Lieberher). Queda, como excusa extra y atractivo comercial, el famoso payaso, Pennywise. Sombrío y despiadado, llega a ser una interpretación más que convincente de Bill Skarsgård, quien apenas se distingue detrás del maquillaje y ojos (in)expresivos que transmiten la locura y maldad de la vil figura.

It
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La buenísima fotografía y los melancólicos violines de la excelente música completan la ecuación, haciendo de It la mejor manera de hacerle justicia a una historia que siempre sabe lo que tiene y quiere mostrar. Lo terrorífico sobrenatural se entremezcla con lo terrenal y evidencia el crecimiento de estos valientes chicos que se atrevieron a enfrentar al miedo mismo y las mil formas que este puede llegar a tomar. Solo hay que ver un poco más allá de los sustos para encontrar, en el corazón del relato, una historia de amistad, amor y maduración. No queda mal agregarle un poco de risa malévola y un sospechoso globo rojo para capturar la atención y hacer la cosa un tanto más entretenida; siempre interesante.

You’ll float too!

Calificación: 8

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