Crashing: irreverencia, locura, amoríos y un hospital

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

Las comedias en televisión son, por naturaleza, menos discutidas entre los espectadores. Parece que el modelo de media hora o el elemento de la risa hace que las historias cobren menos significado a la hora de analizarlas. Por suerte, hay comedias que rompen con eso desde el primer minuto que salen al aire. Esas que se permiten explorar más el diseño de sus personajes a través de los momentos graciosos que les ocurren.

Al establecer, en unos diez minutos, cada una de las personalidades de los personajes principales, Crashing encuentra una manera más interesante de divertirse en pantalla. De la ingeniosa mente detrás de la excelente Fleabag, Phoebe Waller-Bridge trae una comedia más de locuras que de situación. Una mirada a la vida de seis amigos, y sus curiosas dinámicas, que viven en un hospital abandonado.

Crashing
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Crashing es serie con sencillez. Es simple y burlona. Y lo sabe. Por eso, cada momento es tratado con la cuidadosa atención a los diálogos rápidos e incisivos entre cada personaje. Los momentos más íntimos pueden ser los más incómodos, mientras que los alegres o en grupo pueden terminar siendo el salto para que se evidencia una nueva dinámica. Cada chiste es irreverente sin pasarse de la raya. Las personalidades extremas tienen su razón de ser y consiguen su apropiada redención al final del camino.

Crashing
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Si algo se le resiente a la serie es no haber profundizado un poco en los conceptos más sociales que plantea. Cuando, por ejemplo, el hospital es desahuciado y sus habitantes deben buscar dónde vivir; ese proceso de más seriedad dentro de la risa queda olvidado para el final de temporada. Resulta, también, una especie de desventaja en tener solamente seis episodios para desarrollar historia y personajes. Pero, al mismo tiempo, es una manera de no desaprovechar ningún momento para conocer y concretar el viaje de cada uno de los protagonistas.

Crashing
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Y es que ahí está la clave para dejar que las comedias se sostengan por sí solas y generen más conversación por ser parte fundamental del espectro televisivo: la calidad y calidez de sus personajes. Eso y porque los aspectos que se representan en ellas muchas veces resultan más parte de la cotidianeidad humana y aquellos sentimientos que no siempre se pueden llegar a expresar.

Crashing
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De esta manera, Crashing se vuelve un plato fuerte tan agradable que, al verla, no se sabe en qué momento uno se “voló” la temporada. Entre conflictos de amistades de toda una vida, nuevas relaciones de tremenda confusión o duda y exploraciones más interesantes de personalidades un tanto clichés que pueden venir con este tipo de ensambles. Por suerte, van más allá de lo conocido.

Crashing
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Entonces, de momentos siempre hiperactivos y sin inhibiciones (en especial uno con una tal tía Gladys: hilarante), complementados con su acelerada edición y variedad incansable de colores, Crashing es la mejor compañía o alegría de domingo. Esa que se puede ver entre amigos y disfrutar de un entretenimiento bien hecho con el cual muchos adultos jóvenes se pueden identificar o comparar por la franqueza y diversidad de sus personajes y situaciones concretas que se desenvuelven en los pasillos del hospital abandonado. Genial.

Crashing tiene una temporada que está disponible completa en Netflix.

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