Beauty and the Beast

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

Nunca hay que subestimar el alcance de una melodía. Así como las notas quedan grabadas en la memoria, también facilitan el recuerdo de momentos y sensaciones que llevarán a nostalgia o a alegrías que surgen de escuchar esa tonada musical. Basta con darles una nueva interpretación o que venga de otro artista para que muchos estén furiosos y la rechacen; así como muchos encontrarán mejores las nuevas voces que refrescan la tonada (aunque no siempre cierto o acertado, es un acercamiento a nuevas generaciones). Algo así sucede con La Bella y la Bestia, el remake en carne y hueso del clásico animado de Disney.

Beauty and The Beast

Al ver la totalmente innecesaria y copia al carbón de la versión de 1991, no queda de otra que comparar los detalles de ambas (al ser exactamente la misma historia), recreando todos los aspectos de un relato fresco y original en su momento. Pero, curiosamente, gracias al guion de Evan Spiliotopoulos y Stephen Chbosky (autor de The Perks of Being a Wallflower) se alarga un poco la historia con agregados interesantes que aportan una visión un poco más profunda de las motivaciones de los personajes. Además de diálogos atinados, está la dirección de Bill Condon, que es adecuada y pulcra, excepto en el montaje apresurado.

La sorpresa es que este es un relato bien contado. Si no se hablara de una constante comparación, Beauty and the Beast maneja muy bien el desarrollo de sus personajes, de su montaje, su increíble diseño de producción y el ritmo de la historia. Resulta valiente el guion que profundiza un poco más a los personajes secundarios y aprovecha sus canciones —ni más ni menos— para delimitar cada momento y acentuar las emociones de cada escena. ¡Es un musical hecho y derecho!

Beauty and The Beast

Aquí está el asunto con Beauty and the Beast. Al intentar trasladar, cuadro a cuadro, la ligereza, frescura y sencillez de la historia original en una versión muchísimo más grande, se pierde el tono que hoy se recuerda con tanta emoción y nostalgia. La nueva versión conserva el concepto original y el espíritu del relato, pero la narración grandilocuente no calza con números que lograron tanto con tan poco. Sea el suave piano de Tale As Old As Time o la contagiosa alegría de Be Our Guest, momentos que esta vez no calzan completamente con la espectacularidad intencionada. Son las nuevas canciones que sobresalen y se adecuan más a la atmósfera y tono grandioso de la nueva versión, funcionando mejor cuando se renueva o agranda la pieza musical.

Beauty and The Beast

Por ahí, los súbditos convertidos en artefactos del palacio se ven fuera de lugar y un tanto forzados. Mientras que lo animado permitía más fluidez en la credibilidad y personalidades que mostraban, aquí, ni los talentos geniales que hacen las voces los salvan de ser partes planas y sin mucho gusto del filme. Lo que le ayuda a la película, y le da el sabor agregado que uno esperaría, son las actuaciones de carne y hueso. Dan Stevens se expresa bien y está presente entre tanto efecto especial que le cubre el rostro, Kevin Kline tiene un esmero especial como el padre de Belle, Luke Evans brilla de manera genial como Gastón (el mejor del elenco) y es Emma Watson quien queda debiendo; una lástima que un personaje tan bien diseñado resulte hasta inexpresivo en su actuación.

Beauty and The Beast

Con un par de cortes salidos de la nada y apresurados para avanzar la trama, pero con astucia al mostrar y unir las subtramas, Beauty and the Beast es entretenimiento bien hecho y para pasar un buen rato entre muchísimo color, alegría, esperanza y música. Si se quiere seguir comparando o escogiendo entre esta y la versión original, ya queda para el gusto de cada quien (yo no me atrevería a hacerlo, al ser esta una de las mejores re-imaginaciones de los remakes que Disney está haciendo).

Beauty and The Beast

Así, como estamos viendo personas actuar, las acciones tienen más impacto y matiz por lo realista que pueda ser percibido (para grandes y pequeños). Una razón más para notar cierto desagrado inicial entre los espectadores por el hecho de estar viendo un musical. Pero hay que tener en cuenta que las canciones son parte del viaje fantástico que invita a hacer este tipo de películas. Son las que quedan memorizadas y se escuchan siendo tarareadas entre las personas que estuvieron en la sala. Esas que funcionaron en su momento, sobrevivieron el paso del tiempo y vuelven a despertar en cada uno, no importa de qué manera sea. Nunca hay que subestimar el alcance de una melodía.

 

Calificación: 7

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