Moonlight

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

Una imagen vale más que mil palabras. Las imágenes en movimiento pueden ser la herramienta perfecta para que quede grabada en la memoria cierta circunstancia, cierta idea, cierto sentimiento. Eso sí, el mayor impacto (y su subsecuente supervivencia en el tiempo) vendrá de una altura en cómo decide mostrar y demostrar el concepto deseado. Es, más o menos, buscar el impacto a través de la elegancia y correcto uso de los métodos y técnicas que ofrece, en este caso, el cine. Así quiere funcionar Moonlight, ejercicio dedicado y muy premeditado de lo que puede transmitirse a través de las imágenes.

En algún lugar del vasto universo que es el Internet, leí un comentario que calificaba a Moonlight (Luz de Luna) más como película importante que buena. Una observación que no deja de tener razón. Si se sitúa en el acercamiento de un contexto poco conocido o, digamos, ignorado, entonces, la valentía resulta doble. Por eso, la historia de Chiron se observa como la demostración de una realidad cruda y descontrolada: el mundo cruel en el que vive y moldea los acontecimientos que por los que pasa este personaje y cómo reacciona ante ellos.

Moonlight

La estructura de Moonlight podría ser una manera innovadora (como se le ha dicho) de contar una historia, pero, más bien, tiene una combinación de narrativas que mezcla un tanto de Boyhood y de Steve Jobs. Esto sin ánimos de quitarle méritos a la dedicación de su director, Barry Jenkins, y la adecuada organización del relato para encontrar el balance entre los tres capítulos en los que está dividido. Curiosamente, eso es lo que le quita un poco de intensidad dramática. Cada vez que la historia parece comenzar a desarrollar y profundizar el clímax, vuelve a reiniciar con otra etapa de la vida del protagonista. El guion no se permite ahondar o terminar satisfactoriamente durante cada cierre de acto (siendo el segundo el mejor articulado).

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Entra la poética dirección de Jenkins; a veces, demasiado poética. Pareciera que está más interesado en encontrar el encuadre más ingenioso o la posición más hermosa para contar su historia. De tal manera que, en partes, se olvida, justamente, de contar esa historia. El mérito del excelente montaje entre épocas y en cada sección no le quita que descuide el viaje emocional de su protagonista cuando más lo necesita (los momentos solo terminan). Así, la narrativa misma parece un poco desligada de las fluidas imágenes, saturadas en su color.

Moonlight

Es ahí que la extravagante fotografía y colocación precisa de la música original (como parte de un sentimiento especial durante los montajes de transición) sobresalen entre lo formal y le dan permanencia a lo conceptual. Con cualquier otro método, esta habría sido una historia más, pero el aspecto poético llama la atención y admira la valentía de su contenido, como si el filme se aplaudiera a sí mismo por los méritos que tiene. Por suerte, la fortaleza de las actuaciones —en especial, las secundarias— permite hacer creíbles las actitudes del protagonista, quien es producto (un tanto forzado en el tercer segmento) de su entorno y circunstancia.

Moonlight

Ahora bien, Moonlight se siente como un llamado de los filmes pequeños, con minorías como protagonistas, a poner atención y reconocer que el arte cinematográfico y las emociones son posibles al verlos. No importa el lugar de donde se observe o disfrute (o no se disfrute), la variedad de emociones y circunstancias de la película son válidos en sí mismos y para demostrar una causa externa. No hace falta especificar de dónde viene para contar una historia adecuada e importante. Esto a pesar de que se sienta segura en ciertos momentos, incluso estando dentro de temática y subtexto evidentes y dignos de conversación y para el resto del mundo.

Moonlight

Partiendo de la promesa de que un filme como Moonlight entra en el prestigio mediático que llegará a muchos ojos, diferentes y diversos, vale como importante reconocimiento. Surge de la necesidad de demostrar que la historia más escondida o desconocida merece ser encontrada y contada. No tanto por su desapegada narración, pero sí por su validez del momento y las emociones de empatía que puede despertar, es que Moonlight queda en memoria de todos. Aún así, no le puedo dejar pasar sus deslices aquí y allá. Ni modo.

Calificación: 7

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