Star Trek Into Darkness

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Por Sergio Beeche Antezana

El universo de Star Trek comenzó como una serie de televisión. Allá en 1966, con 79 episodios durante tres temporadas, cuando el medio de contar una historia tenía que ser primero de personajes y sus viajes individuales, y, en este caso, grupales. Una serie de ciencia-ficción que mostraba los conflictos de la tripulación a bordo de la Enterprise, que iría en busca de nuevos mundos y llamadas de auxilio de los planetas que se encontraran en algún peligro. Brillante premisa que, como tal, sostuvo los tres años de la serie original y los siguientes cincuenta que celebramos este año (que incluyen seis programas más de televisión y diez películas clásicas).

Entre altos y bajos, el universo de Star Trek tenía —y aún tiene— infinitas posibilidades de encontrar una línea dramática y desarrollar temas que pueden expandirse sin fronteras. Con Into Darkness, no hace mucha falta haber visto la primera para entender la continuidad de la saga actual. Como si fuera el segundo episodio de una nueva serie, pero sin mucho desarrollo que demande un apego inmediato, o a futuro, con los personajes que abordan la nave espacial.

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Star Trek Into Darkness

Por ahí, Into Darkness tiene un poco más de claridad, como película, en los que son sus protagonistas y las dinámicas entre los dos amigos y compañeros (Jim y Spock). La química entre Chris Pine y Zachary Quinto es importante y bien aprovechada para que sea el núcleo emocional de la película. Una dirección que no estuvo totalmente establecida en la primera. En parte porque parecía que habría un protagonismo de elenco, que se desarrollaría poco a poco, y que vendría a mejorar con esta segunda entrega. Pero quedó comprometida por las constantes secuencias de acción que apartaban la evolución de, justamente, tanto personaje de la tripulación.

De nuevo sucede aquí. Acción, tras acción, tras acción, sin siquiera suficientes momentos de tranquilidad que llevaran las relaciones y dinámicas con buen ritmo. Los momentos cómicos y emotivos entran y salen rápidamente y terminan siendo puro relleno para justificar las razones hacia el avance de la trama. Eso sí, hay un par de secuencias que sí funcionan bien más por ser de tensión y suspenso de alcanzar algo que por golpes, disparos y peleas.

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Star Trek Into Darkness

Pero debo admitirlo: mi entusiasmo luego de ver Star Trek Into Darkness por primera vez fue inmenso. La inmersión que crea Abrams es completa. La incansable música de Michael Giacchino, el buen manejo de efectos especiales, la fotografía (por más lens flare que se utilice) y sus colores permiten una diferenciación y sentido de pertenencia, como si uno fuera parte de la tripulación y acompañara a los personajes en sus aventuras. Pero no deja de picar la curiosidad de lo que hubiera sucedido si la historia resultara más envolvente del lado del diálogo, la exploración y el verdadero descubrimiento de nuevos y extraños mundos.

Pero la industria responde al entretenimiento fácil. Lo pondré así: para muchos, lo que “aburre” es, casi siempre, lo que engancha más en estas visitas (rewatch) tardías a películas tan bien hechas del lado del mero disfrute pasajero.

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Star Trek Into Darkness

Esperemos que la nueva entrega (la película, porque la nueva serie es otra historia) se permita colocar la balanza un poco más del lado del desarrollo de una historia interesante, con los personajes que ya conocemos y que nos interesa ver qué viaje o aventura tendrán, más entre ellos que con la acción del exterior. Porque no son las constantes amenazas de peligro (que pueden cansar y se vuelven repetitivas) las que hacen que la atención e interés se mantengan, sino esas dinámicas y relaciones de cualquier especie que mantengan unida a la tripulación. Así, al espectador le interesará enterarse de las peripecias que sucederán si algo cambia, sale mal, o simplemente queda igual, pero a la vuelta de la esquina espera un nuevo planeta el cual explorar, el cual investigar. La magia de la ciencia-ficción ahí, en su potencial completo.

“Live long and prosper!”

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