Fargo Temporada 2: Bienvenidos al presente

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Por Mauro Borges

 

 

OJO, HAY SPOILERS.

 

El dulce sabor que dejó la primera temporada de FARGO fue reemplazado, inmediatamente, por frescura y asombro. La segunda temporada no defraudó. Es más, me atrevo a decir que fue mejor que la primera.

Es difícil de comparar series de antología, porque cada una lleva temas y ritmos distintos.  Pero habiendo ya acabado esta SEGUNDA TEMPORADA DE FARGO, hay indicadores que nos llevan a ver porqué esta temporada es mejor que su predecesora, y, finalmente, la mejor serie que hay en la televisión en la actualidad.

Breve resumen: La familia Gerhardt, la cabeza detrás del crimen organizado en Fargo, ve su imperio atacado por el sindicato de Kansas City.

Todo esto, cabe agregar, en un western disfrazado de policial. Desde el inicio, mientras vemos las «imágenes» de la  «película de Ronald Reagan»: Massacre at Sioux Falls, sabemos que el clímax de la temporada va a ser el tiroteo. Esto hace eco con westerns clásicos como «High Noon» y «Gunfight at the O.K Corral».

Ambientada al final de los años setenta, FARGO no se conforma con rascar la superficie de la década transicional que dio origen al mundo moderno: el movimiento feminista toma fuerza, la crisis energética sume a los Estados Unidos en una recesión, la contracultura y el temor al gobierno dicen presente.

Ronald Reagan emerge como la esperanza de un país sumido en miedo (Bruce Campbell hace un papel excelente como Reagan), y sus «Reaganomics» tendrían un impacto duradero tanto en el clima económico y político mundial.

Los negocios pequeños darán paso a las transnacionales, la clase media desaparece lentamente, el capital se concentra en conglomerados, los nuevos Reyes del Mundo.

«We don’t do Kings in America» dice Ricky (Ryan O’Nan) a Mike Milligan (Bokeem Woodbine) «Oh yes we do, we just call them someting else» (este artículo de The New York Times hace un resumen perfecto de lo que fue la época.

Estilísticamente, la serie eleva las convenciones del lenguaje audiovisual «retro». No tiene miedo en usar Split screens, populares en los setentas,  tanto como para elipsis como para relatos paralelos (aunque controversial, esta página habla sobre la decisión de este recurso)

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El soundtrack es también espectacular: Fleetwood Mac, Fats Domino, DEVO, Black Sabbath, Bobby Womack, Jethro Tull… da escalofríos cuando la música va tan bien con las imágenes, y ambienta de una manera brutal al espectador en esa Minnesota convulsa.

Ahora, hablemos del postre: Los personajes. Todos son infinitamente más variados y complejos que en la temporada pasada. Las ambivalencia y áreas grises de sus acciones, y sus consecuencias llevadas hasta el límite, nos enganchan desde el primer episodio (como se menciona en este excelente artículo de vox)

Aquí va una lista de mis favoritos, y, como esto es un western, primero van los buenos:

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Lou Solverson (Patrick Wilson): el personaje que sirve de enganche con la temporada pasada.  A Lou lo habíamos visto ya en su versión de abuelo, padre y consejero de Molly Solverson en su pequeño café de Minnesota (esta versión de Lou la interpretó Keith Carradine).

En esta temporada nos adentramos más en Lou, un policía compasivo, sagaz, y, sobretodo, eficiente. Su estadía en Vietnam lo ha hecho apreciar lo que importa en la vida, su familia, que vive su crisis particular. Su esposa, Betsy Solverson (interpretada por Cristin Milioti) tiene cáncer, y lentamente la enfermedad la va venciendo, ante la impotencia de Lou. Solverson tiene entre manos el mayor caso criminal de Minnesota, y, más que resolverlo, debe de proteger a las víctimas/cómplices del caso.

Lou ha visto los horrores de la guerra (el excelente monólogo al final del capítulo 10, donde le cuenta a Peggy sobre su salida de Vietnam, no solo demuestran el rango de este actor; sino también, la fragilidad de su personaje), atrapado en un trabajo en el que nunca hay vencedores verdaderos, un cowboy eterno con un corazón demasiado grade, que añora tener lo esencial: su familia.  (Wilson habla aquí de lo que significó atrapar el espíritu de Solverson)

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Ed y Peggy Blumquist (Jesse Plemons y Kirsten Dunst): La pareja clase media de Minnesota, un carnicero y una esteticista. Ed Blumquist es el all american boy con sueños pequeños: ser algún día su propio jefe, comprar la carnicería donde trabaja y tener hijos. Peggy Blumquist es justamente lo contrario: hija de su época, Peggy quiere ser más. No se conforma con el papel que la sociedad le ha impuesto, y quiere crecer (el movimiento feminista en todo su esplendor).

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Peggy es la que lo inicia todo: atropella al hijo menor de los Gerhardt, Rye (Kieran Culkin) quedando incrustado en el parabrisas.  En vez de reportarlo, lo lleva a casa y espera que todo salga bien (en Fargo, los pecados se pagan con sangre).

Peggy es el motor emocional de la relación, no se conforma con lo que la sociedad espera de ella, y está constantemente buscando cuál es su verdadero «yo». Dunst es fenomenal en el papel, atrapando la angustia de alguien que quiere hacer su propio camino, y dándose cuenta, lentamente, de sus propias limitaciones.

Cuando al final de la temporada, atrapada finalmente, Peggy se quiebra«they expect you to be a mother, a wife, a housekeeper and a career woman, like there’s 37 hour in the day. And if you don’t live up to those standards, they look at you… like somehow it’s you. You’re faulty» simpatizamos con esta mujer que siente el peso demoledor de una sociedad pústula. (Aquí hay una breve entrevista con Dunst sobre su papel)

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Jesse Plemons demuestra, una vez más, que es un actor increíble. Lo habíamos visto en Breaking Bad como Todd, el torturador de Jesse Pinkman. Y es que Plemons aquí se luce como Ed «The Butcher»; un personaje Coeniano en su milésima potencia. Atrapado por las circunstancias, Ed Blumquist no tiene más remedio que seguir adelante, convirtiéndose en el carnicero que los Gerhardt temen y quieren muerto, ya que lo culpan del asesinato de su hijo menor, Rye.

Mientras Ed intenta escapar de su destino fatal, reconsidera su vida: está con una mujer que no es la misma con la que se casó, sus sueños se desmoronan y él debe cambiar para sobrevivir. No lo hace. Ed Blumquist es la parábola del sueño americano que muere en los setenta, atacado por todos los flancos, pelea tradicionalmente hasta que tiempo lo alcanza. (Aquí una excelente entrevista con Plemons sobre sus diversos papeles)

Y aquí vienen los malos:

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Mike Milligan (Bookeem Woodbine): la cabeza de la serpiente. Milligan es enviado por el sindicato de Kansas City para adueñarse, a como de lugar, de los negocios de la familia Gerhardt. Bookeem se hace de la piel de este personaje que representa el cambio generacional que va a venir a azotar a Estados Unidos. Milligan es astuto y despiadado, la imagen opuesta de lo que es Ed Blunquist; inteligente, práctico y, sobre todo, carismático.

Milligan también busca su sueño americano, pero el suyo es de codicia y consumo. Es interesante ver cómo el personaje más inteligente de toda la serie, alguien que constantemente está citando libros, autores, poemas, es el único que queda genuinamente sorprendido por el resultado final de sus acciones: después de entregar a la familia Gerhardt en bandeja de plata a sus jefes, su recompensa es una oficina donde pasará a ser contador, un trabajo de 9 a 5 con pensión y beneficios. Los nuevos gángsters no caben en el mundo de Reagan, los vaqueros murieron. Ahora viven en edificios de concreto y acero, visten trajes de dos piezas y juegan golf. (una excelente entrevista a Bookeem aquí)

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Hanzee Dent (Zahn McClarnon): Un indio que fue rescatado por los Gerhardts cuando era niño, y ahora trabaja como asesino personal para ellos. Hanzee es la máquina de matar imparable. Sin duda un recuerdo de lo que fue Javier Bardem en «No Country For Old Men», este personaje es indestructible, y con una sola cosa en la cabeza: venganza.

Venganza contra los su familia, venganza contra el mundo. Veterano de Vietnam, odiado por la sociedad, Hanzee no encuentra como encajar en un mundo que lo necesita pero a la vez lo desprecia.

Lo único cierto para el es la violencia. Violencia que lo vio nacer y violencia con la que morirá, su única forma de justicia.

En lo personal yo no conocía a este actor, y aquí hay una excelente entrevista.

Creo que no queda más que decir, si no han visto FARGO, comiencen ya, y si ya la vieron, véanla otra vez.

Si no me creen a mí vean esta página y háganse la idea.

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